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Llegó 2015

Macri, Massa, Scioli, BinnerCuando apenas se transita el sexto mes de 2014, el calendario de las ambiciones políticas empieza a recorrer el 2015.

Sergio Massa sufre un empalidecimiento de su figura política, manteniéndose bien posicionado, con menos presencia en los medios, mientras se convierte en un ñoqui en su lugar de trabajo que debería ser el Parlamento para el cual fue elegido.

Sus adláteres, como Darío Giustozzi, vive y duerme en los medios del grupo Vilas-Manzano apareciendo en todos los programas políticos y de la farándula. Su tema favorito es la inseguridad, omitiendo que fue un irrelevante Ministro de Justicia y Seguridad del gobernador Carlos Ruckauf (el que ganó las elecciones a ese cargo en 1999 con la consigna: «Hay que meter balas a los delincuentes»).

Se sospecha que ha forjado una sólida amistad con Julio Bárbaro que es figura repetida en todos los canales opositores, mientras escribe columnas en Clarín, La Nación y Perfil.

El antiguo peronista ha devenido en un socialdemócrata republicano que critica al gobierno desde el establishment.

Daniel Scioli hace equilibrio, especialidad que maneja con plausible eficacia, manteniendo un pie en el kirchnerismo y el otro en el poder económico. El motonauta se constituye en un envase que ha demostrado que no tiene inconveniente de ser llenado por diferentes contenidos ideológicos.

El UNEN es una alianza cuyo mantenimiento y destino parece una réplica de la piedra movediza de Tandil. Su suerte no se dirime en la discusión de un programa sino en la alianza o no con Mauricio Macri, que actúa como un detonante desintegrador del contubernio.

El jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires necesita un acuerdo con el radicalismo para alcanzar un desarrollo nacional e intentar arribar a un segundo lugar que lo deje en una posición expectante para un ballotage.

El oficialismo se debate entre los problemas económicos, la pérdida de poder político de un gobierno con fecha de vencimiento y cuyo as de espada está impedida de ser candidata.

Con una construcción política con déficit notorio y que no habilita hasta ahora la posibilidad de un candidato que garantice lo hecho positivamente y lo profundice, el pragmatismo del gobierno conduciría a Scioli, cuya candidatura implicaría luego de doce años, una alvearización en el mejor de los casos, una menemización en el peor y un fracaso político en cualquiera de los posibles caminos a recorrer.

Mientras tanto, se lanzan candidaturas más kirchneristas que van desde Sergio Uribarri, que compra el legado sin beneficio de inventario, a Julián Domínguez cuyas relaciones fluidas con la Iglesia de Francisco estimulan y respaldan sus pretensiones. En el medio está Florencio Randazzo, que basa sus posibilidades en aciertos de gestión sin conocerse sus proyectos de país y su concepción del mundo.

Para los que han extendido un certificado de defunción del kirchnerismo, aventurando que emulará el desvanecimiento político del menemismo, que sólo subsiste en aspectos culturales y en islas partidarias, el acto del 25 de mayo demuestra que dicha aseveración es cuanto menos aventurada. Por el momento, es sólo una expresión de los deseos de los medios dominantes y franjas importantes de clases medias y altas.

Una comparación a vuelo de pájaro revela las diferencias de potencialidad: es inimaginable la suposición que en mayo de 1998, a la misma distancia de la finalización del mandato que hoy tiene Cristina Fernández, Carlos Menem hubiera tenido el poder de convocatoria y la posibilidad de reunir en Plaza de Mayo y en los alrededores entre 250.000 y 300.000 personas.

Justamente una pancarta levantada por una mujer mayor de 65 años, con una capacidad de síntesis que muchos creativos publicitarios envidiarían, resumía con una precisión histórica, el hilo de Ariadna que vincula al peronismo con el kirchnerismo: «En mi niñez Eva, en mi vejez Ella».

Todo esto en un escenario de municipalización de la política, y de candidatos caracterizados por la insustancialidad de su discurso y su exposición en programas televisivos más cercanos a la farándula y al amarillismo que a la posibilidad de exponer algunas ideas.

Una sociedad que se expresa cansada de la confrontación, es la que quiere seguir comiendo tortilla (mejorar la distribución del ingreso y la inclusión) sin romper los huevos (el republicanismo abstracto, levantando el consenso y el falso diálogo, para dejar atrás la confrontación). Emergentes de ese intento sin sustento, es el  proponer una sociedad sin conflictos, donde las transformaciones surjan de un acuerdo de buena voluntad entre los que ganan y los que pierden, propuesta que sólo puede ser enarbolada por panegiristas de la familia Ingalls.  

La imposibilidad de plantear las cosas molestando al poder económico, es lo que vacía el discurso de los Binner, los Massa, los Morales, los Sanz, los Scioli, los Macri y siguen los nombres. Es en este escenario donde se potencia la municipalización de la política, cuando el mundo se mira exclusivamente desde los metros de asfalto o la cantidad de alumbrado público. Eso es parte de la política pero sólo un aspecto, que puede seducir pero no enamorar. Sólo circunstancialmente puede ser un motivo de movilización y participación popular.

En la línea de largada, el poder económico mira con simpatía a Mauricio Macri, que es el gobierno administrado por uno de ellos, de Daniel Scioli al que consideran manejable y en tercer lugar Sergio Massa al que estiman un Kirchner de derecha con cierto margen de autonomía propia.

Sería bueno recordar a los apresurados que 2015 aún no llegó. Que el calendario suele ser vengativo con los que quieren violarlo, y que la realidad suele dar sorpresas que no están en las agendas de los analistas.