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Con etiquetas así, ¿quién necesita enemigos?

Desde que entramos a la Modernidad - tardía en nuestro país - las cosas han cambiado. Tomemos por ejemplo el caso del «consumidor». En 1962 ante el congreso de Estados Unidos, el presidente Kennedy pronunció un discurso en el que se consideraba al consumidor como el elemento fundamental del proceso productivo y el derecho que le asistía a conocer y recibir información de los productos y servicios que usaba.

Bien. Todos hemos advertido que una simple remera de algodón pesa más que en los ’70. Pero no debido a que el material sea de mejor calidad. No. Esto se debe a que de la misma remera cuelgan, ahora, por lo menos tres etiquetas de distintos tamaños y formas, difíciles de extirpar. Ésa es la palabra que mejor le cabe, ya que descoser, descose cualquiera que no tenga más de veinte años. ¿Pero qué me contás de ese hilo transparente, duro y fino, imposible de ver si no contás con anteojos específicos para esa acción? Que pocos tienen, por otra parte.

La primera y sempiterna etiqueta es la que alude al talle. Sólo que ahora éste resulta difuso. Tenés que tener suerte, como en todo en la vida, si un Medium resulta ser un 42, que es lo que comúnmente usás. Porque también puede equivaler a un 40. El casi inhallable XL - extra large - resulta ser un enorme misterio. Se desconoce a qué talle corresponde y si lo encontrás, compralo. Siempre podés quedar bien con una embarazada o una suegra y por qué no una consuegra. Cuando te inviten a tomar el té no siempre tenés que llevar budines o tortas, en la seguridad de que serán despachados con celeridad abrumadora. No se conoce con certeza a qué talle corresponde un XL, pero créeme que equivale a una buena torta de dos kilos de excelente calidad y muchos pancitos. Que es más que un kilo y dos pancitos.

Luego existen en la misma remera las etiquetas adosadas a los laterales, que ilustran la composición de la materia prima con que fue elaborada la prenda que vos creíste era de algodón puro. Como las de antes. Pero atención; no es tan así. Esta etiqueta suele ser un tratado inentendible expresado en porcentajes, y si bien el 80% corresponde a algodón, un 15% a viscosa, que ya el nombre suena mal, a algo semejante a una ameba proteus, un 5% corresponde a «elastane». Si soy una simple y potencial compradora de una remera, ¿tengo que saber qué es el elastane? ¿Y si alguien no maneja Google, que dice que se trata de una fibra sintética de gran elasticidad, qué tiene que hacer, además de sumirse en la más profunda ignorancia?

Las prevenciones del lavado expresadas en dibujitos - una planchita, una tina que dice 40 grados y otros que no entiendo, atravesados por una gran X que sí sé que significa Detente, No lo hagás o si lo hacés es bajo tu exclusiva responsabilidad - son un tema. Más que advertencias actúan como una prohibición que inhibe la compra.

Del hilo que sujeta las etiquetas ya se habló brevemente. Nunca es menor la molestia que produce cuando se clava en el cuello y deja dos agujeros que producen un eczema de piel que no lo curás ni con toda la hidrocortisona que hallaste en tu zona. Además, cuando pretendés despojar la etiqueta de la prenda, perforás la modesta remerita y ahora, dos agujeritos amenazan con correr el punto hasta la cintura. Con lo cual el diseño inicial se ve entorpecido en su concepción. Quiero decir, no es agradable, ni práctico y mucho menos funcional comprar algo que resulte el doble de costoso, ya que hay que mandarla a una zurcidora, que no suelen ser ni tan baratas ni tan localizables en la época del úselo y tírelo.

- Gordi, te queda rebien la remera. ¿Te la llevás?

- No, mejor no. De tantas responsabilidades que tengo, no quiero una más en forma de remera. Vuelvo a la bambula.

Yo era más feliz cuando no se hablaba ni se conocía el «consumo responsable». Ahora, y con sumo respeto ¿el consumo responsable rige tanto para el consumidor como para los señores que elaboran el producto?

Me fui a un bar a leer el diario donde la noticia que más me llamó la atención fue la de unos budines comercializados por una importante cadena de supermercados. Su etiqueta indicaba que una abundante cantidad de cocaína ¡12 gramos! formaba parte de su potente masa. Luego, como es lógico, la empresa tuvo que retractarse y pedir disculpas.

Con etiquetas así, nadie necesita enemigos.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 19.1.14

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