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Todos los caminos conducen a Roma

Papa FranciscoContinúo en Roma. Me despido de la Fontana de Trevi como corresponde, según la costumbre de arrojar tres monedas a sus aguas. Dicen que así se asegura una pronta visita, un pronto matrimonio o un pronto divorcio. Para que quede claro y no se confundan los deseos, repito en italiano al uso mío «el año que viene en la Fontana y ojalá pueda comprarme la campera que vi en la esquina».

Camino por la Plaza Navona bajo un sol demasiado brillante, para mi gusto, sigo a mi acompañante, que conoce el paño, hasta la Vía del Templo. Desembocamos en la Sinagoga de la Comunidad Hebrea de Roma. En uno de sus laterales se exhibe un afiche de la película «El Jardín de los Finzi Contini» dirigida por Vittorio de Sica. Me sacan fotos con la protagonista Dominique Sandá, que solía ver por mi barrio. Cuando quiero recordar el nombre del autor del libro; cero, nada. Ni por equivocación aparece algún escritor. Es claro que esto es una condición para que mi día se vuelva oscuro, a pesar de la luz. No acordarme del autor de uno de los libros más visitados es demasiado molesto. Recuerdo el nombre de la protagonista - Micole - quien terminó en un campo de exterminio - pero del autor niente. Hasta recuerdo el mecanismo del olvido de nombres propios, magistralmente descripto por Freud. Que justo es decir, no me importa en ese momento. Sólo quiero que aparezca el nombre.

Subimos a un taxi y mi acompañante, luego de hacer gala de su impecable dicción italiana, pregunta al taxista si por casualidad conoce el nombre del autor del libro filmado por de Sica. Mi malhumor trepa diez unidades en una escala de 1 a 10. O sea, asciende al doble. Pienso: cómo un trabajador del transporte privado va a conocer eso. El conductor, mientras acelera, frena, acelera, tal como se maneja en Roma, hace algo con el teléfono que no alcanzo a ver. Pero contesta raudamente: Giorgio Bassani.

Ése era el nombre que me faltaba.

¿Siri? Pregunta mi compañero. - Ecco -, responde el conductor.

La unión de la tecnología, más el asistente del programa para celulares Siri, ha cambiado la forma de interrogarse acerca de un olvido y hasta lo han erradicado. Me han salvado de una noche de obsesión. Ya me encuentro lista para no recordar algún otro nombre.

No todas son rosas. Estoy en la Vía Véneto, frente al restaurante donde, según se puede ver en las fotos, «paraba» Fellini. Pretexto unas súbitas ganas inmanejables de ir al baño en ése lugar, para mirarlo de cerca e intuir la presencia del realizador.

- Estamos limpiando-, me contesta un mozo. Y sin decir, - « lo siento argentinita; otra vez será». Luego descubro que es la fórmula elegante usada en Italia para desechar el uso de las instalaciones sanitarias sin que te cueste dos euros. Que es lo que vale en promedio un café. Si supieran que en ése momento - Mi reino por un caballo - frase de Ricardo III en la obra de Shakespeare pagás, el doble o hasta el triple. Y ahí te detenés. Porque un caballo tiene precio ¿no? Aprendí a contener. Les digo que se puede.

Por una verónica que sólo permiten las palabras, ya que son un verdadero arte de magia y luego de visitar otros lugares, me encuentro nuevamente en Roma. Es un domingo clarísimo por la mañana. ¿Qué se hace un domingo al mediodía en Roma cuando se es argentino? Uno se prepara, efectivamente, para ir a la Plaza San Pedro en el Vaticano. Uno y miles de otros que esperan ver aparecer al Papa Francisco por la segunda ventana de uno de los edificios que rodean a la plaza.

Afirmar que el lugar estaba lleno de gente y muchos argentinos es un lugar común. Pero eso estaba lleno de gente, de los cuales muchos eran argentinos. ¿Qué es un viaje sino conocer y visitar lugares comunes para otros e inusuales para quien lo visita?

No fue fácil llegar, pero se sabe que todos los caminos conducen a Roma y al Vaticano, cuando se es argentino. Y salió. Y una multitud lo aclamó.

No me iba a perder la oportunidad de ver desde muy lejos al Papa Francisco. Como no he perdido oportunidad de recorrer ningún lugar emblemático de ninguna de las religiones monoteístas. Y de otras también.

Ya en Buenos Aires, mi profesor de literatura ha mandado leer «Bomarzo» de Mugica Láinez. Novela que cuenta la historia del duque de Orsini - transcurre en Bomarzo - ciudad cercana a Roma. Todos los caminos me conducen a Roma. Ojalá así sea.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 8.12.13

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