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Si es martes estamos en...

Fontana di TreviExiste, dentro de la clasificación tradicional de géneros literarios, una literatura de aventura, de iniciación, de conquista y de viajes, entre muchas otras. «Los viajes de Marco Polo» es uno de los textos más conocidos sobre este último género, así como «El corazón de las Tinieblas» de Joseph Conrad, en cuyo argumento se basó Francis Ford Coppola, aunque trasladado a Vietnam, para la realización de Apocalipsis Now.

Otra novela emblemática del género es «Moby Dick», donde Melville presenta a Ismael tratando de atrapar a la ballena blanca. Esta clase de literatura avanza en tópicos relativos a la travesía propiamente dicha así como a sentimientos, vivencias, sensaciones que hacen a la existencia humana. Las bitácoras de viaje son cuadernos donde se lleva un registro cronológico de los mismos.

De todo lo anterior, en lo que pretendo escribir, no esperen hallar nada. Sólo apuntes y observaciones de mis adelantadas vacaciones.

Nuevamente, despojada de prejuicios me hice a la mar, que estaba serena. Esta vez por el Mediterráneo, antiguamente conocido como Mare Nostrum.

Junto con miles de pasajeros embarcamos en Civitavecchia, puerto próximo a Roma, en un gran tubo llamado comúnmente crucero. Sí, soy de esas personas que tropieza una, dos y tres veces con la misma piedra.

Durante veintiún días tocamos diecinueve puertos. Eso fue un servicio militar voluntario y autofinanciado. Desayunaba a las siete de la mañana para volver a esa gran cárcel de lujo a las 19:00.

Si me detuviera en la descripción de cada lugar además de tedioso, resultaría imposible, ya que no me acuerdo. Antes tengo que practicar una fórmula que me permita recordar el sitio, centrada en los detalles, en los para mí pequeños, y divinos para Navokov, detalles.

Por ejemplo: Toulón (Francia) es ese lugar donde lloviznó pertinazmente y pude conectar una buena fuente de Wi- Fi, una de las ofertas más buscadas por los turistas junto con un baño. Es el lugar donde en un pequeño tour nos mostraron el famoso club de rugby y nos atormentaron con una canción francesa, acordeón incluido, que enseñaba a hacer la sopa típica de la región: la boullabaisse. Se trata de un caldo de pescados y mariscos que te sonríen de tan frescos que deben estar. ¡Para hacer una buena bullabaisse, se necesitan puerros, ajos y papas tra, la, la la! Completita por lo contundente de sus ingredientes. Paso, no es para mí. Eso sí, jamás me olvidaré de esa ciudad, no por su construcción, sino por su sopa.

¿Qué decir de Florencia? ¿Acaso abundar en descripciones la tornará más bella de lo que es? No creo.

Me interesa más que la comida de cada lugar, cosa que no desapruebo pero no es lo mío, las personas, la gente. Cómo hablan, cómo se visten, sus modales. Estoy, entonces ya y por obra del tubo que ancló en Livorno y de ahí a otro tubo llamado vulgarmente ómnibus, en Florencia.

Luego de atravesar a empujones una y otra vez el Ponte Vecchio ya no puedo caminar. Me detengo a observar el dispositivo de los manteros vende-imitaciones-de-carteras de prestigiosas marcas. Los tipos despliegan su mercadería sobre una gran manta. Cada cartera se halla atravesada por un cordón que las sujeta. En cuanto un mantero recibe un mensaje en su celular, comienza un operativo que dura escasos segundos. Levantan las lonetas-mantas que tiran de la cuerda, se hacen a un costado, pasan los sonrientes guardianes del orden, esperan uno o dos minutos y vuelta a la venta callejera. Precisión italiana. Todos conocen todo, pero así funciona. Entiendo que el potencial comprador no debe advertir que los uniformados «saben» sobre la condición de la venta. No está bien permitirlo. Entonces en inusitada dinámica, aquí no ha pasado nada. Sé que está mal decirlo en esta parte del artículo pero ¡amo a la bella Italia!

De Florencia salto a Roma, donde mi lugar preferido es sin dudarlo, la Fontana di Trevi. No porque haya miles de personas siempre - verano e invierno - sacando fotos u arrojando monedas, ni porque Anita Eckberg la haya inmortalizado en La dolce Vita de mi querido Federico Fellini. No. Prefiero ese sitio a otros porque se trata de un espacio acotado, no demasiado profundo. No me gustan los espacios amplios. Se pierde intimidad y fundamentalmente la escena cambia su centro todo el tiempo. En cambio, en la Fontana el centro es ella y vos que la mirás y admirás.

Esta travesía continuará en próximas puertos. Pero no esperen de mí más que pequeñas consideraciones y dichos escuchados por ahí. Por ejemplo, en Palermo - Sicilia - las «palmeras crecen a tontas y a locas».

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 1.12.13

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