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El hipocampito no miente

«Ser modernos es encontrarnos en un entorno que nos propone aventuras, poder, alegría, crecimiento, transformación de nosotros y del mundo y que, al mismo tiempo, amenaza con destruir todo lo que tenemos, todo lo que sabemos y todo lo que somos».

Esta bella definición de modernidad, pertenece al reconocido sociólogo norteamericano de inspiración marxista Marshall Berman, quien pasó a mejor vida el último 11 de septiembre.

Fecha emblemática para todo el mundo moderno, tanto de occidente como de oriente. La voladura de las Torres Gemelas en 2001, el centro simbólico del poder capitalista abatido de un modo casi artesanal, aunque intuyo que con una logística altamente pormenorizada previa a ese martes, no reconoce parangón. Nos dejó boquiabiertos por el modo inesperado de irrumpir. Después vinieron las teorías dando cuenta de los porqués. Esa fecha también recuerda el golpe que derrocó a Salvador Allende; en nuestro país se conmemora la muerte de Sarmiento y es el día de mi cumpleaños. Imposible olvidar los 11 de septiembre.

Esa fecha puso de manifiesto en el común de los mortales algo de lo que ya estaban hablando científicos, sociólogos, filósofos y gente dedicada al estudio de las ciencias duras y blandas.

Heisenberg, Premio Nobel de Física de 1932, ya hablaba del principio de incertidumbre antes de ese año, principio que tuvo enorme influencia tanto en la física como en la filosofía del siglo XX.

Parece que en la física newtoniana este principio no es posible, sí lo es en la física cuántica. Para hacer de una larga historia - que vimos en la obra Copenhague estrenada en el Teatro San Martín en el año en el que yo trabajaba ahí - una historia corta, intentaré resumirla. Es infinitamente más elaborada y hay que ser una persona proba para hablar de este principio, cosa que no soy.

Aún y así, digamos que nada puede ser predicho con exactitud, siempre hay margen de error. Esto lo hemos visto durante las últimas elecciones. Las agencias que brindan información siempre lo hacen con aproximaciones, nunca son certeras. No existe el cien por cien en nada.

En estas condiciones donde lo único seguro es que nada lo es, hice del hipocampito que cambia de color según anuncie buen clima, lluvia o variabilidad un refugio de seguridad Odol. El animalito, mitad caballo, mitad pez jamás me defraudó. Es lo único que no miente, además de ser lo más leal y fiel que encontré a lo largo de años. Algo que, aunque no se rige por los postulados del método científico, es más seguro que el dolor de las articulaciones de la abuela.

La debilidad de las certezas se fortalece delante del animalito de plástico que alguna vez compré en Necochea. Frente a la ciencia dura se erige un material de origen sintético y maleable, capaz de ser moldeado de mil formas. En el negocio había barquitos, ballenitas y faritos que ofrecían el mismo servicio: anticipar el futuro climático. Y eso no es poco.

Y no me digan, como alguien ya lo hizo, que se trata de una pintura que aplicada sobre los suvenires reacciona ante la humedad o la luz, tornándose rosa si habrá de llover, azul cuando el cielo estará diáfano o violeta cuando no sucederá ni lo uno ni lo otro. Quiero decir, ¡eso ya lo sé!

Decir eso es una mala onda innecesaria para alguien que, en tiempos donde se debaten temas como el proyecto de la modernidad, la modernidad tardía y la nanotecnología aplicada a los modelos de la biotecnología o cosas por el estilo, pretende un refugio en lo pre científico. O si se quiere, pretende a veces, porque no escapa a ninguna de las incertidumbres humanas, creer en un hipocampito que asegura que hay que salir con botas de lluvia, como el último lunes 16 de septiembre. Nunca terminaré de agradecerle al bichito su alerta meteorológica, por menos lógica que guarde con mi forma lógica de comprender el mundo. Es así y punto.

Y porque además, y he ahí otra de las curiosidades de este caballito de mar, es uno de los más leales, sino el más leal animalito de la mitología. Se trata de una especie monógama. Forman una vez pareja y luego no más. No lo tomo por el lado del romanticismo sino por otro. Es como si hubieran aprendido la lección. Con una sola pareja basta y sobra como experiencia.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 20.10.13

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