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Al calor de la literatura

Hace unos meses un costoso automóvil, un Jaguar XJ, estacionado cerca de un edificio en construcción en Londres apareció dañado. Más que dañado, apareció derretido en alguna de sus partes. Luego de un prolijo registro del mismo, se llegó a la conclusión de que el problema no provenía del uso de materiales poco nobles por parte de la escudería que lo vio nacer.

No. El petit inconveniente valuado en muchas libras, provenía del lugar dónde se hallaba el vehículo, cercano a la torre Wakie-Talkie, cuya estructura acristalada refleja una luz brutal. La temperatura de los alrededores trepa a los 198º Fahrenheit. Algo así como 57º en la escala Celsius, que es la que usamos en esta parte del planeta donde lo que mata es la humedad, no el calor.

Leo como una nota de color, que precisamente el sueño del cambio de la tonalidad de ojos, ahora es posible. Y no sólo debido al uso de lentes de contacto. Actualmente se pueden lucir los emblemáticos y míticos ojos azules, gracias a unas pocas sesiones de láser.

Si los hechos anteriores los hubiera escrito y recreado un Ray Bradbury, quien efectivamente escribió la novela «Fahrenheit 451º» publicada en 1953, título que hace referencia a la temperatura en que el papel de los libros combustiona y los hace desaparecer, hubiésemos definido esos textos como pertenecientes al género de «ciencia ficción». Género en que el estadounidense se destacó y es considerado uno de sus más conspicuos exponentes.

Los géneros son modelos de relatos y comportamientos de la escritura. El primero que habló de ellos y los clasificó fue Aristóteles, o sea, hace siglos. Como toda clasificación es discutida y discutible.

Los géneros literarios se han venido transgrediendo especialmente a partir del siglo XX de una forma tan acelerada y si se quiere arbitraria, que en la actualidad lo que algunos llaman «ciencia ficción» para otros recibe el nombre de literatura fantástica, por ejemplo. Y esto porque la ciencia, cada vez corre más sus límites, respondiendo a una lógica del sin límites, cada vez nos permite menos crear ficciones imaginarias, por nombrarlas de alguna manera. Nos sorprende más la realidad que un texto.

Veamos: «Al despertarse una mañana Gregorio Samsa se encontró transformado en un monstruoso insecto». Jamás dice Kafka en «La Metamorfosis» de qué insecto se trata, aunque se suele decir - malamente - que se trata de una cucaracha. Yo he visto seres que después de una cirugía estética planificada, consentida y no forzada, a los que me ha costado definir. Eran portadores, en todo caso, de una identidad complicada, ambigua. Si alguien definiera ese modo de ser en el mundo como insecto, yo hubiera accedido a llamarlos de ese modo ¿por qué no? Hay insectos que caminan en dos patas, ¿no?

Para Borges, a quien los psicoanalistas respetan y toman una y otra vez para referirse a conceptos que hacen a la teoría psi, el Psicoanálisis responde a una rama de la literatura fantástica. Cuando lo invitaron a un congreso internacional de psicoanalistas y psiquiatras en Estados Unidos, a fines de los años '60 y le preguntaron: - «Maestro, ¿cómo se siente al ser el único escritor entre tantos psicoanalistas?» Borges miró a María Kodama y se puso a reír: «En realidad estoy entre mis pares, ¿no es acaso el psicoanálisis una rama de la literatura fantástica?»

En 1932, en «Un mundo feliz», Aldous Huxley ya hablaba de niños nacidos en probetas, de un bienestar alcanzado con la toma de una sustancia de la felicidad llamada «soma», de entretenimientos del tipo de los «golfitos» que los ejecutivos suelen tener en sus oficinas. En fin, de una sociedad de consumo al mango. Al mango significa que una gran cabeza había pergeñado este sistema de vida y organización. Se suele decir que Huxley de alguna manera satiriza a la sociedad de su época. La sátira es, como se sabe, un género literario. A la luz de los pasos de la ciencia este texto ya no resulta satírico. Es una novela realista, con algunos visillos de imaginación. Nada que los anteojos de Google no puedan recrear.

Por esto la clasificación de los géneros literarios acompañan a los tiempos y ya ninguno resulta tan puro ni tan claro. Hay quienes dicen que Twitter - 140 caracteres - inauguró un nuevo género, acorde a las épocas que corren; cada vez más veloces.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 13.10.13

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