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La curiosidad mató al gato

«La cura para el aburrimiento es la curiosidad. No existe cura para la curiosidad» Dorothy Parker

Invito a un amigo a mi casa. Mientras se acomoda en el sillón del living, voy a la cocina donde preparo una bandeja con vituallas para beber y comer. Cuando regreso, lo veo abriendo unos cajones del mueble que existe en ese lugar, donde difícilmente guardo objetos importantes. Al contrario, retengo toda clase de porquerías. El tema no es qué guardo, sino la acción de la persona invitada. - ¿Qué mirás, hay algo que te interesa? - Nada, solo quería ver. - ¿Qué? - Nada.

El tipo no es un canalla ni yo una paranoica que sólo cree en conspiraciones del tipo que el atentado a las Torres Gemelas fue auto perpetrado por los Estados Unidos, o que ciertas enfermedades son producidas en forma artificial en laboratorios y luego esparcidas entre los humanos. Existe gente que adscribe a estas teorías que suelen ramificarse hasta niveles francamente risueños para alguien como yo, que tengo una preferencia hacia lo concreto y comprobado.

Pasado el lesivo incidente voy al baño. Cuando retorno no encuentro a mi amigo donde lo dejé. Abro la cocina. El tipo está prácticamente adentro de la heladera.

Perdón, ¿se te perdió algo?

No, nada, sólo quería mirar.

¿Qué? - Nada, sólo mirar.

En este asunto se juegan dos cuestiones. La primera tiene que ver con la confianza. La segunda con la curiosidad, tal como lo expuse inicialmente.

En la confianza, se trata de la creencia y seguridad de que el otro o uno actuarán de determinada forma. Es previsible.

Es famosa la frase exclamada por Julio César al comprobar que Bruto, hombre de su riñón, formó parte del complot que terminó con su asesinato. - Bruto, tú también hijo mío. - Hay quienes piensan que sólo es una expresión del drama shakesperiano «Julio César». En todo caso, es un ejemplo de cómo la confianza mata al hombre - por más César que se sea.

Existen personas que efectivamente no hurgan en tus cajones. No, eso no los atrae. En cambio abren tu heladera.

¿Qué buscan, si ya les ofreciste tu petite tesoro gourmet y te contestaron que no les apetecía nada que degustar? ¿Qué quieren ver adentro de la heladera? ¿Quieren saber si guardás los restos de la festichola que organizó tu prima, quien gentilmente te ofreció el «paquetito» con las sobras? ¿Acaso buscan comprobar que su vacío existencial es menor que el tuyo, porque tu heladera - suponiendo que el vacío se guarde en ese electrodoméstico - sólo atesora medio frasco de mayonesa y la salsa de soja que acompaña al delivey de sushi que alguien tuvo a bien guardar para otra ocasión? ¿Qué buscan? Porque está claro que esta clase de individuos, que algunos llamarán confianzudos, admiten una segunda o tercera lectura. La curiosidad tiene que ver, al decir de Freud, con la investigación que el niño realiza acerca de la sexualidad, creando e inventando teorías sexuales que se acercan al modo de proceder de la sexualidad adulta; pero no terminan de cerrar del todo. A una tierna edad faltan datos. Tiene entonces su raíz en el «deseo de saber», que una vez que despierta es bien difícil que se vuelva a acallar. Claro que no son mis cajones ni mi heladera el lugar para poner en funcionamiento dicho deseo, que precisamente por ser un deseo, no se satisface nunca.

- La curiosidad mató al gato - dije como un modo de dar por concluida estas intrusiones que, como no soy su analista, me molestan.

Hay reglas de cortesía y educación, que al menos por un tiempo prudencial es de bien nacido no mostrar. Ya vendrán esos tiempos. El «hombre es el lobo del hombre» al decir de Hobbes. ¿Para qué mostrar los dientes y la desmedida curiosidad antes de tiempo? Todo llega.

Imaginé un modo no del todo terapéutico pero eficaz, para evitar estos momentos un tanto violentos. Llegado el momento de esa posible incursión ajena en campo propio, el curioso deberá pagar un peaje mínimo, simbólico, un canon aduanero o reprimenda del tipo: - Si querés saber qué hay en la heladera o en mis cajones, pasá primero por lo de tu analista. - Contribuí con lo que puedas en mi casa, se aceptan masitas o limpieza de los lugares inspeccionados. Si Investigás algo que nos haga ricos a los dos, podés mirar hasta adentro del wáter.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 29.9.13

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