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Esas raras conversaciones raras

Buenos MuchachosMe encontré con una amiga en un bar. Pertenece a esa clase de amigas a quien me une una confianza profunda. Tanta confianza que cuando le pregunté por aquella relación trabada, digamos, me contestó: - Sabés qué, de eso no tengo ganas de hablar. - Ok - dije.

Continuamos hablando de generalidades de la especie humana. Dicha especie se alimenta de productos elaborados que cuestan en el mercado. Así como cuesta la ropa, la medicina prepaga y todo lo que hace a la calidad de vida.

Mi amiga, en un segundo rapto de confianza, me pidió que por favor obviara el tema. No tenía ganas de amargarse el día y menos un sábado por la tarde, cuando el sol calentaba muy a pesar del frío. - Sí, mejor no hablemos de eso, si no tenés ganas - dije.

Cuando le recordé ese desagradable incidente, que la tuvo por protagonista, para saber cómo había terminado, su respuesta fue: - Horrible, terminó horrible. Mejor no te cuento.

Tanta confianza y amistad le permitió decir a mi amiga. - ¿Sabés qué? Quedémonos calladas, no hablemos.

Menos mal que en el bar había un televisor LCD en el que podía ver un partido de fútbol, del que sólo entiendo que mientras unos corren para allá - hacia la derecha - los otros lo hacen para acá - hacia la izquierda. Pero aprendí bastante acerca del deporte pasión de multitudes, de sólo mirar y gracias a la poca locuacidad de mi interlocutora. Solamente a una amiga del corazón le perdonás que te cite para conversar para terminar mirando la tele.

Voy a una peluquería para ellos y ellas - unisex. No por ser dama me ceden el turno. Ni ahí. Le toca atenderse a un caballero de esos fornidos que gasta traje y corbata. De unos cincuenta años.

El rudo señor, después de despacharse unos minutos sobre política, hijos y fútbol, extiende su conversación más jugosa hacia Suar. Lo dice así:- Suar no me gusta cómo está en esta tira que dan por el 13 -. Y cuenta con lujo de detalles aspectos del envío, del cual, se nota, no ha perdido ni un capítulo.

Me sorprendo, seguramente por manejarme con supuestos y estereotipos como lo hace todo el mundo - no escapo a las clasificaciones - del tema de su conversación. Una espera otra cosa. En las peluquerías «solamente para mujeres» se habla de política, de política y temas afines. No me he equivocado al nombrar dos veces seguidas la palabra política. Se habla casi exclusivamente de ella. Rescato una frase vista y oída de un tema afín a cuestiones de gobierno. ¿A dónde iremos a parar con estas canas, si no permiten la importación de buenas tinturas que las tapen? ¿Te das cuenta? Vamos tener a que volver a los sombreros.

Al volver a casa, sintonizo C5N donde veo el programa Buenos Muchachos. El mismo título del notable film de los '90 de Martin Scorsese protagonizado por Robert de Niro, entre otros buenos muchachos, ávidos por pertenecer al mundo gangsteril. Y lo logran. Los diálogos son del tipo: «Conocí a Jimmy Conway... era legendario. Cuando entraba a un sitio, la gente se volvía loca. Al portero le daba $100 por abrir la puerta. Les dejaba $100 a los gerentes. Al cantinero le tiraba $100 por enfriar el hielo» o «¿Cómo se te ocurre dejarme plantada? ¿Acaso crees que eres Frankie Valli o alguien así?». Aclaro que no soy de la época de Frankie Valli, quien fue el top de la música pre Beatles en U.S.A, pero he estudiado acerca de él y escuché sus pegadizas y pochocleras canciones. Véanlo por YouTube. Vale la pena.

El programa Buenos Muchachos argentino ni por asomo hilvana una frase memorable, básicamente porque éstas no existen. Han sido sustituidas por interjecciones y onomatopeyas del tipo «¡Ehhh!», «¡Ohhh!», «¡Uy!», «¡Noo!» en referencia a glorias pasadas del fútbol y a infracciones juveniles a la ley del «no desearás a la mujer de tu prójimo». De eso trata el envío. Como tampoco terminan, salvo el conductor, de articular una idea entendible y vuelan los sobreentendidos, las medias palabras se pierden entre una dicción difusa y una interpretación anticipada de lo que el otro quiso decir.

Las tres conversaciones pertenecen, sin duda, al género de las raras, proclives a brindar material ígneo para encender la llama del género grotesco. Que, en nuestro país no deja de nutrirse todo el tiempo.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 22.9.13

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