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Uno y los otros

Pessoa- Escribí sobre lo que conozcas, nunca te metas con temas que no manejás. Te va a resultar más grato - me dijo una vez un escritor ya consagrado por la prensa y los lectores, que son dos públicos bien diferentes.

Seguí sus consejos. No me meto con aquello que desconozco. Digo, no voy a hablar sobre el «papel» del papel higiénico con extracto de seda ultra doble hoja que estoy usando y sus ventajas. Aún no le encontré ninguna. Sólo es más caro que los otros, lo cual es una desventaja. Tanto más que los venezolanos no cuentan en este momento ni con el rollo tradicional de hoja simple. No quiero que se malinterprete como una jactancia y que mi comentario dé lugar a una de tantas susceptibilidades tan próximas a desplegarse por cualquier nimiedad. ¡Dios no lo permita! Tampoco voy a desarrollar temas como «la comida bengalí» de la que desconozco todo, salvo que usa demasiado curry y no le gusta a mucha gente.

De «la revolución de los claveles» ocurrida en Portugal y que terminó con el mandato del dictador Salazar que se mantuvo en el poder unos cuarenta añitos, algo conozco. Pero no para extenderme demasiado. Sólo decir que es el marco en el que se desenvuelve la novela «Sostiene Pereira» de Antonio Tabucchi y llevada al cine magistralmente por Marcelo Mastroiani, quien interpreta al propio Pereira; un periodista.

«Sostiene Pereira», cuyo título de la edición original agrega «Una declaración», trata de un solitario periodista viudo dado a ciertos hábitos - come siempre omelette a las finas hierbas y sólo bebe limonada con azúcar - con una cierta pasión : la literatura francesa del siglo XIX. El siglo del surgimiento de las grandes novelas que todos nos prometemos leer antes de morir. Creo que saben qué pienso al respecto. Nos llevarán - a la mayoría - a la tumba sin habérnoslas leído.

Obviamente en muy pocas páginas le ocurren muchas cosas al solitario. Recomiendo leerla. Es además una novela extremadamente corta.

Hablar de Portugal más allá de la Revolución de los claveles sin nombrar a su máximo poeta y escritor, Pessoa, resulta impropio. Pessoa, que así se lo conoce sin su nombre de pila, es un ejemplo de lo que podemos llamar sujetos inclasificables. Un tipo controversial este Pessoa, que dicho sea de paso su apellido significa persona en portugués. No contento con escribir poesía como quien era - él mismo - se apropia de otros nombres tales como Álvaro Campos, Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Bernardo Soarez, entre otros. Cuando digo se apropia, significa que escribe y firma, él mismo con diferentes nombres. O sea, se desdobla y escribe con heterónimos - no confundir con seudónimos por favor - diferentes en todo: en estilo, voz y temática. No es muy usual en la literatura encontrar esta clase de escritura; de ser cada vez otro, además de sí mismo.

Pessoa afirmaba que es necesario dejar invadirse por el heterónimo, que se necesita un compás de espera, una erosión del anterior para que un nuevo nombre aparezca y en ese momento ¡zas! escribir. Uno puede pensar que el escritor estaba un poco cu-cu. Sin embargo su obra, o mejor dicho sus obras, son magistrales.

Si hiciéramos una traslación de este raro fenómeno del escritor a la vida diaria de personas semi normales, como somos casi todos, el resultado sería maravilloso. ¿Se imaginan? ¡Cuatro maridos, novios o lo que se encuentre a mano, al precio de uno y sin salir de tu propia casa! Tu otro significativo, vulgarmente conocido como «tu pareja» transformado en un marido generoso a lo Gatsby, bien hollywoodense, un intelectual apasionado en lo que sea, un amante finamente dedicado a una mujer, o sea a vos.

Sé que es demasiado pedir, que la singularidad del heterónimo se confunde con el pedido de deseos a la lámpara de Aladino. Tampoco se me escapa que el resultado de esta «rareza» literaria a lo Pessoa, trasladada a la vida cotidiana de cada quien, también pudiera convertir a una misma persona en un paranoico que te hiciera más insoportable la vida de lo que en realidad ya es, o en un etílico que no recuerda dónde dejó estacionado el auto o en un mentiroso serial. Para nombrar miserias necesito los dedos de diez manos, por lo menos.

Por todo lo anterior es mejor escribir sobre lo que una conoce, aunque las experiencias no sean topísimas, como dicen ahora.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 26.5.13

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