Imprimir

Carmen, la libre cigarrera

El último 17 de abril, entre preparativos de marchas y contramarchas, llegué como pude al teatro Colón donde se exhibía la ópera Carmen de Bizet. El músico murió tres meses después del nada auspicioso estreno en París en 1875, a los 36 jóvenes años. La malasangre no respeta edad.

Para aquellos verdaderos iniciados en el mundo de la ópera, «Carmen» es considerada una ópera casi popular y un tanto chirle.

Su argumento es por demás sencillo. Ambientada en Sevilla hacia 1830, aunque la puesta del Colón la ubica durante la época del ascenso del franquismo sin hacer demasiado hincapié en el dictador, tiene como eje principal a una bella gitana, Carmen. Ésta, de carácter fuerte y personalidad ídem, trabaja en una fábrica de cigarros. En un recreo las obreras gitanas coquetean con unos soldados que las visitan para pasar un rato alegre y distendido, no para que les regalen cigarrillos. Carmen, que de tonta no tiene ni una nota musical, presta atención a Don José, un oficial poco avispado, para mi gusto. Le dedica la famosa pieza «El amor es libre» que dice: «El amor es un pájaro silvestre al que nadie puede enjaular, si no me quieres, yo te amo; si yo te amo ¡ten cuidado!» le canta al soldadito cómo entiende ella, de posta, el amor.

Se trata de un amor basado en la libertad, no el que pretende agradar para enjaular al otro y hablar en diminutivo: mi amorcito, ven que te preparo la comidita, después un tecito y a la camita. No, no y no. Aún enamorada, digamos, Carmen ya le advierte a Don José de qué va la cosa. Sólo que él no la escucha ni la oye. Es un canto de fierecilla a un aprendiz de domador.

En cierto momento Carmen hiere a una compañera de trabajo, en un estilo beligerante, tirando a barra brava. En un acto de heroísmo, Don José la libera a de ir a la cárcel; él es castigado por esto y va a la sombra en su lugar. Es lo mejor que la pueda pasar a Carmen. Él tras las rejas y ella llorando por su amor. El sueño de toda mujer histérica - deseo insatisfecho - como descripción psicoanalítica. Lo extraña, lo llora, lo ama, en su estilo.

Bien, las cosas cambian cuando Don José sale de la prisión y va al encuentro de la mujer de sus sueños. Ella comienza a notar un leve pero en ascenso sentimiento de sofoco y no por los calores propios de la edad, sino por una cierta asfixia que no condice en nada con al amor entendido como una alabanza a la libertad. Me adelanto hacia el canto final de la ópera, donde una frase se repite para mi gusto demasiado y es la que dice en referencia a Carmen «ha nacido libre y libre morirá». «Libre est neé et libre elle mourra».

Cuando Don José le propone una vida bucólica, lejos del fango que ella bien conoce y le gusta, la ópera se torna cómica, siempre según mi entender. Si el tipito le propone una vida pastoral, con vaquitas y cabritos es porque permaneció unido a su propia fantasía. No la vio a ella en la realidad. Aparece un toreador - Escamillo - con el que ella filtrea un poco, nada serio, pero basta para enardecer a Don José.

La Carmen de la realidad es amiga de unos pichis contrabandistas alejados de toda moral - burguesa y no burguesa - y con ellos pretende llevar su vida futura. No participa para nada de los clichés y el «doble estándar» de la burguesía de la época, que se hallaban en su apogeo en el siglo XIX. Como prueba de amor le propone al soldadito que se una a ellos y a esa clase de vida sin cuarteles, reclutamientos y superioridad a los que responder. Como es lógico, aún si acepta, el militar no se adapta a esta clase de vida tan libre. Carmen comienza a aburrirse aún más del amor que él le profesa. Mientras ella se aburre, el amante monta en celos imaginando que es Escamillo el causante de su humillación. Tanto que la mata y se entrega.

Lo interesante del caso es que Carmen se adapta mejor a ciertas mujeres contemporáneas que a las de su época. Son mujeres a quienes les gustan los hombres, pero no todo el tiempo, ni siempre - todos los días sopa -, porque más aman su libertad.

Sintetizando, mujeres que tienen la posibilidad de elegir, acción reciente en el curso de la Historia para las féminas. Y cuando digo elegir, digo que pueden equivocarse, pero se responsabilizan por ello. Al menos eso sucede con las miles de mujeres que conozco y otras miles que aún me faltan por conocer.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 5.5.13

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.