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Los caballeros las prefieren morenas

El segundo día de enero de este año encontré un artículo por Internet que prometía responder a todos mis interrogantes en unas veinticinco líneas. Su título: «Cómo es la mujer perfecta según los hombres».

Consideré oportuno no leerla como es mi costumbre en verano: un pantalón de pijama, una remera con mangas largas que nunca hace juego con el pantalón, el pelo recogido con un gancho, la vincha que siempre me acompaña y una especie de boina de fino algodón que cubre mi pelo y mi frente hasta las cejas. Resumiendo: un asco.

Antes de leerla me bañé, me vestí bien y hasta me perfumé. Imaginate, me iban a descubrir la pólvora que ya gasté en chimangos.

Lo verdaderamente útil de esta investigación era el uso que podía hacer de sus resultados. Desde que no creo en la magia, ni que rejuvenezco como en el cuento de Scott Fitzgerald - «El curioso caso de Benjamin Button» - llevado al cine por Brad Pitt donde nacía viejo y a medida que cumplía años reverdecía, entiendo que sólo puedo «arrimar un bochín» a las preferencias masculinas.

Según investigaciones que aparecieron en artículos académicos y recogidos por distintos medios, ellos las prefieren sonrientes. Supongo que esto se debe a cómo imaginan que ellas serán en el momento de todos los momentos. Además, que se rían de sus chistes; que tengan sentido del humor.

Obvio más que obvio. A cualquiera le gusta que se rían de sus chanzas más que les devuelvan un ¿Y? o un No entendí.

Respecto del sentido del humor femenino, déjenme decirles que es muy variable, depende mucho del contexto. Aquello que hoy mueve a risa, mañana es motivo de la mayor solemnidad. Ejemplos es lo que abunda.

- Juan, el fin de semana que fuimos a lo de tus padres engordé tres kilos, es que son tan graciosos que no pude decir no a nada. Al día siguiente: - Juan, por ir a la casa de tus padres, donde sólo se come todo el fin de semana ¡engordé tres kilos! En esta casa no se cocina más. Si querés comer andá a la de ellos.

El artículo continúa con preferencias físicas tales como senos grandes, caderas angostas y que sean morenas. Los pechos se compran; todavía hay partidas de rellenos importadas. Las caderas se achican con cremas, masajes y electrodos sólo efectivos si se los ejercita en las casas más caras del ramo recauchutaje - en francés recauchutage - y el pelo se tiñe.

Si caminás y de paso te achicás, conseguís un combo de las tres preferencias a precio conveniente. El color del pelo es lo más fácil de cambiar; se puede comenzar por eso. De ahí a que te quede bien y te guste es otra cosa.

En nuestro país hay una clara preferencia por el rubio. Cuanto más claro mejor. Contamos con el ejemplo de una chica que llegó de rubio al platinado y de ahí a futura reina de Holanda.

Los señores donde se realizó la investigación - América del Norte - están rodeados de rubitas. Ya lo dijo Anita Loos en sus dos novelas «Los caballeros las prefieren rubias»; «Pero se casan con las morenas». Ella fue sin duda la que inventó a la verdadera rubia, provocativa y tarada con su Lorelei Lee en los años 20, resignificada años más tarde por Marilyn Monroe en el cine.

Las chicas norteamericanas de los cincuenta/sesenta tenían el pelo rubio con las puntas para arriba de tanto subir y bajar los hombros como diciendo: Yo no sé. Magistralmente interpretada en la actualidad por la chica Caniggia; no la madre.

Una versión extranjera pero bien nuestra, es la que nos aportó Luca Prodán para Sumo con: la rubia, tarada, bronceada, aburrida me dice ¿por qué te pelaste?

Y por último - según la investigación - ellos las prefieren vestidas de rojo; la tonalidad carmesí se vincula con el sexo y el apetito carnal. Eso lo sabe cualquiera que alguna vez visitó un porno shop. Negro y blanco, traje de mucamita, rojo da cocotte francesa fin del siglo XIX.

Por lo tanto si alguna vez me ven con una peluca oscura, con tacos altos, vestida de rojo, con implantes mamarios, riendo como una rubia tarada es que… soy rubia. El resto lo dejo a tu criterio.

¡Ah, y no me saluden! Estaré retesteando la investigación en lo que se da en llamar salida a campo, para verificar que soy una chica que extraña a su pantalón pijama, la camiseta de manga larga , la vincha y la boina que le cubre el pelo.

De la investigación no me sirvió nada. Seguiré participando.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo.

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