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Letra y música

Existe una relación estrecha entre música y literatura. En la Edad Media, por ejemplo, aparecen los trovadores, una especie de poetas cantautores, que iban de pueblo en pueblo cantando en especial al amor, a la política y a rumores de toda índole.

Tomaré algunos brevísimos ejemplos de textos que he frecuentado últimamente para demostrar esta ligazón.

Thomas Mann dice que toda su obra puede ser leída como una estructura de orden musical. En «La muerte en Venecia» existe un contrapunto entre el cincuentón Gustav Aschenbach y el joven Tadzio. Es más, en el prólogo de mi edición, su traductor afirma que «el modelo de Aschenbach fue el músico Gustav Mahler». Nadie lo ha podido corroborar, sólo que en la película del mismo nombre de Luchino Visconti, suena Mahler todo el tiempo. Y en la ópera que tuve el gustazo de ver, también.

Sonidos propios 

Cada lengua tiene, además, su propia sonoridad. No es lo mismo el francés que el inglés. Y es por eso que se hizo tan conocida la frase: Traducción; traición.

Algunos hasta llegan a decir que el tono de un texto está dado por la respiración de quien lo escribe.

Además de las variables ritmo, melodía y sonoridad de un texto existen otros niveles de análisis que me gustan más y que llamo contenido o temática. Variables en las que mejor me desenvuelvo.

Tomemos un caso en donde la música adquiere una relevancia importante. En «Margarita, está linda la mar» de Sergio Ramírez, el centro del desenlace se halla en la matanza del dictador Anastasio Somoza. Narrado al ritmo y al son del mambo La Múcura. Se trata de aquel tema que dice ¡Ay mamá no puedo con ella; es que no puedo con ella! Suenan los disparos, cae Tachito Somoza y sigue la música ¡Ay, mamá no puedo con ella, es que no puedo con ella! Debo reconocer que está bueno el tono caribeño que le imprime Ramírez al texto. Hace que escuches maracas y bongós muy año '56. Sucede que yo aún no había nacido y sólo vi algo parecido en las reposiciones de Yo quiero a Lucy cuando su marido Dezi Arnaz cantaba en cubanu o cuban. No en cubano.

Música para decir  

En La Broma, del checo Milan Kundera, publicado un año antes de la invasión rusa en 1968, uno de los protagonistas - hay cuatro o cinco, depende de la interpretación - toca el clarinete en una banda folklórica de Europa de Este. Clima bien distinto al caribeño, el de esta aldea morava que todavía goza de una primavera que se terminará pronto. Duró menos de un año. La música está en el texto todo el tiempo: «Era una música hermosa y polifónica. Las voces se unían inintencionadamente en un acorde» y muchas referencias más. Se habla de música como un modo de decir otras cosas que no podían decirse durante esos años. Obvio que Kundera debió irse. Esa música no le sonaba bien a sus oídos. Se fue a Francia.

Cortázar en el cuento «El perseguidor» se encuentra atravesado por el jazz. Tanto que comienza con un «in memoriam Ch. P» (Charlie Parker). Sabía de jazz de un modo inversamente proporcional a mi ignorancia.

Bien, llegados a la más pura contemporaneidad y como dice Lacan que renuncie aquel que no puede unir a su horizonte la subjetividad de su tiempo, arribamos a uno de los videos musicales más visitados en YouTube y que seguro devendrá el tema del verano: El Gangman Style. También conocido como el Baile del Caballo. Se trata de un hit que recibió más de 64 millones de visitas por Internet. Vociferado y extrañamente bailado por un gordito y unas flaquitas coreanas. Imitan a alguien que toma las riendas de un caballo cruzando sus brazos y lo monta. Nada que ver con Radiografía de La Pampa de Martínez Estrada. Los nuestros son caballos, los del coreano, horses.

Me pregunto de qué clase de literatura será tributaria esta música que, como a Kundera, puede que tampoco les suene bien a muchos, sin embargo suena y no deja de sonar.

Y los argentinos, si de algo sabemos, es de una maravillosa música que suena bien para unos a la par que desentona y resulta procaz para otros.

Entonces, luego de pensar un tiempo, llegué a la conclusión de que así como la música disco tuvo su correlato en «American Psycho» de Brest Eston Ellis y el funk con «Generación X» de Douglas Coupland, el Baile del Caballo lo remito a twitter (140 caracteres).

Con 140 caracteres podés decir la más profunda de las tonterías o la más profunda de las sabidurías. Depende de cómo te suene.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 11.11.12

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