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Mentiras verdaderas

Le cuento a mi ahijada - esposa, médica y madre de dos pequeños hijos varones - una de las escenas menos trascendentes, sin embargo para mí más inquietantes de la obra «La cabra», escrita por Edward Albee, el autor de ¿Quién le teme a Virginia Woolf? Se trata de aquella en que el único hijo - homosexual - pretende besar a su padre algo más que tiernamente, quien efectivamente se niega.

Resalto la orientación sexual del muchacho debido a que de otro modo no se entendería la escena. Hasta que no baje de cartel me abstengo de relatar de qué va la obra, aunque seguro los interesados ya sabrán el tema que ronda. Mi ahijada abre sus ojos hasta pegarlos casi con sus cejas y me pregunta horrorizada. - ¿En serio puede pasar esto en la realidad? - Si sucede en la escena teatral puede suceder en la realidad cotidiana... Le contesto como psicoanalista, mujer y familiar directo.

Le cuento, a continuación, un relato que tengo pensado escribir: se trata de un hombre con mucha mala suerte. De ésas que causan gracia pasado el momento de la desgracia.

Secuestro  

- Resulta que un lunes a un tipo lo secuestran y lo llevan a recorrer un par de negocios para que compre con su tarjeta todo lo que el secuestrador pretende. Cuando por fin lo libera le regala cien pesos para que se tome un taxi y si me has visto será mejor que no te acuerdes.

Tranquilo, el tipo se toma una Coca en un kiosko y cuando está por pagarla, le arrebatan los únicos cien pesos que le quedaban. Se llamará: Conozco mejores modos de comenzar la semana.

Estos últimos días leo, en al menos tres matutinos, la siguiente noticia en la sección policiales: La secuestran, la liberan en Fuerte Apache y le vuelven a robar. En la realidad, ya no en mi cuento, se trata de una mujer.

Esa misma semana camino por la calle Santa Fe de Capital Federal. Veo una gigantografía de esas que meten miedo por la escala. Unas chicas ya entradas en años hacen alarde de sus minis, dejando unas piernas increíblemente bien torneadas al descubierto; unos turgentes pechos que sostienen una suerte de torerita sin mangas y unos pelos lacios y ondeados sin freez.

Se trata de la publicidad de una gran tienda donde se encuentra de todo a precios convenientes pero especialmente, mujeres hermosas, pareciera decir el anuncio.

Como tengo algo de tiempo me detengo frente a la publicidad y encuentro que en letra muy chica dice: La imagen de la figura humana ha sido retocada y/o modificada digitalmente. Se trata de una apelación que comenzó a regir en Capital, pero sólo en la vía pública, dejando fuera a diarios y revistas.

En ese momento respiro aliviada y pienso que estas damas existen de verdad pero no tanto. Quiero decir que por obra y gracia del fotoshop quedaron sin barritos, desprovistas de alguna arruguita por allá; algún granito por acá. Y varios rollos sin registrar.

Me alejo contenta: estas mujeres representan una mentira verdadera. Puede que sean monstruosas pero de un gran corazón en la vida real...

Interrorgante    

El tema que une a estas tres circunstancias, que puede ser real o no, es aquel que tiene que ver con la pregunta ¿qué es verdad y que es ficción?

A propósito de esto Lacan afirma que la verdad tiene estructura de ficción. No que es una ficción ni que la vida es sueño como la famosa obra de Calderón de la Barca. No. Sino que la verdad, además de no poder decirse toda nunca, en algún sentido emula a la ficción, que no es la mentira, sino algo más parecido al punto de vista.

En el primer caso - la ficción teatral - hace pregunta, indaga en la realidad más fáctica. En el segundo - el del asalto - la realidad se parece a una ficción. Tal como acontece en varios libros de Paul Auster, en especial, en «La música del azar». En el tercero - el de la gigantografía - te advierten que esa realidad es una ficción.

El día en que escribo esto me entero por un artículo de Vargas Llosas que «No es la primera vez que el gran novelista norteamericano Philip Roth da esa batalla quijotesca en defensa de la verdad. Hace algunos años, descubrió en The New York Times que le atribuían una afirmación que no recordaba haber hecho».

Además de ciertas inexactitudes que circulan sobre él en Wikipedia. Lo de Philip Roth es infinitamente más importante que mis elucubraciones, pero tan serias como las mías.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 28.10.12

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