Cannot get Tel Aviv location id in module mod_sp_weather. Please also make sure that you have inserted city name.

Delivery para infieles

El matrimonio es, sin duda, la mayor contribución al auge del divorcio. Así y todo la humanidad trata de derrotar esta suerte contraria y continúa casándose. Pretender escribir sobre un tema tan serio, espinoso y vertebral de nuestra sociedad occidental y judeo-cristiana exigiría un grado de sabiduría del que carezco. El tema exige una rigurosidad muchas veces cercana a la fe, además de una profunda investigación.

La palabra «matrimonio» viene del latín y significa «unión legal entre hombre y mujer». Está claro que muchos reclamos a este último respecto han cambiado en el mundo. Nuestro país se ha hecho eco de ellos. Dice mi pequeño diccionario respecto del matrimonio: «sacramento que establece dicha unión desde un punto de vista religioso». Existe desde el principio una relación entre el matrimonio y la religión. Hablar de religión es, de este lado del planeta Tierra, hablar de la Iglesia y por ende del Antiguo y del Nuevo Testamento. Y para ambos hablar de matrimonio es nombrar - en ausencia - el adulterio.

Lo paradójico es que cada vez más aparece un importante material sobre la crisis de esta institución, donde la fidelidad y su opuesto o son motivo de agudos análisis antropo-socio-psicológicos o de incesantes bromas de café.

Con esto quiero decir que si el matrimonio cada vez admite nuevos pliegues, éstos no lo hacen más consistente. Ni menos. Lo transforman en una cosa chirle que se parece a una parodia de sí mimo.

Si así no fuera, ¿cómo es que ha surgido una agencia que promueve y facilita la infidelidad a domicilio y que llamaré, a los fines de esta columna, Scarlett O'Hara? Sólo por poner un nombre en inglés, cosa que efectivamente la verdadera agencia tiene. Scarlett es el nombre de la protagonista de «Lo que el viento se llevó». Aclaro que elegí este nombre porque el viento se llevó todo. Hasta la dignidad de buscar un partenaire con el que cometer pecado, en el supuesto de que se optara por una canita o bien un mechón al aire. O dos. O tres. Hasta quedar calvo.

Es un nuevo servicio de delivery que como todo delivery se sostiene en la fórmula: lo querés; lo tenés.

Se trata de un negocio que ofende hasta al menos pintado. Mirá si vas a pagar por cometer ilícitos. Bueno, en realidad se pagan los ilícitos ¡pero no estos!

¿Cómo le vas a pagar a una puntocom para que te avise como un GPS dónde hay pesca? Si ya lo decidiste, vas y hacés la trastada solo/sola y a arreglarse como todo el mundo con la culpa, el remordimiento y la úlcera.

Sí, reconozco que con el paso de los años me he convertido, en ciertos aspectos, en un poco más conservadora de lo que solía ser.

Desconozco el motivo, pero esta agencia me ha enviado un mapa de la infidelidad realizado de acuerdo a sondeos propios. En él se destacan barrios sensualmente demarcados, horarios clímax y un pormenorizado y encendido análisis de hábitos y costumbres sexuales, ardientes, relativos al producto que publicitan - sea infiel ahora, no deje para después lo que puede hacer hoy -. En realidad, toman la cuestión como una «aventura» y la venden como tal; como turismo. Turismo aventura, al modo del ala delta o el hiking de alta montaña. Me suena como si dijeran: «la vida es corta, escalá el Everest». Tampoco es casual el nombre de la montaña que elegí, ya que ever en inglés significa siempre. Recalculando, es como si la agencia te dijera amigablemente: - Hey, hey, hey. A vos te hablo, sí a vos. La vida es corta. Date un permiso. Todo lo que siempre quisiste hacer y no te atreviste porque tu esposo/a no te lo permitió, ahora está al alcance de tu credit card.

Para ahorrarles algunos pesitos, he elaborado un silogismo hipotético por todos conocido que dice así: La vida es corta. Todos lo hombres son mortales. Todos los hombres son infieles.

Y si me apuran arrimo otro silogismo igual pero diferente que dice: La vida es corta. Todas las mujeres son mortales. Todas las mujeres son infieles... pero menos que los hombres. Porque el trazo del amor, la mascarada del amor en ellas, es más necesario que para los hombres para acceder a la horizontalidad con el hombre de otra.

Y saliendo ya de una de las lecciones preliminares de filosofía de tercer año - el silogismo - entrego en esta ocasión y a un precio módico mi propia fórmula: Yo sé que vos sabés que puedo llegar a ser infiel pero sigamos participando en Infeliz Domingo hasta que esto me/te moleste demasiado.

Eso sí, no le entrego ni dos centavos al director de una de las operetas más viejas del mundo. Ya que, desde que los hombres y las mujeres hablamos y somos portadores de la palabra, también podemos mentir.

Como se ve, la infidelidad es, en una palabra, un asunto de palabra.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 23.9.12

Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.