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Cierta clase de amigas

El mercado de consumidores se encuentra cada vez más segmentado. Basta con ver la grilla televisiva de alguno de los operadores de cable. Existen tantos agrupamientos que nos mareamos por impericia a la hora de leerla, debido a la impericia a la hora de diseñarla.

«Cine para los más chicos que los más chicos que los más chicos»; «El canal del Hombre y la Mujer felices juntos» - con un escaso e irrelevante nivel de audiencia -; «El canal del Hombre y la Mujer felices cada uno por su lado», en este caso trepa el número de televidentes, nada que haga alarmar a Marcelo. Y así.

Para quienes se dedican a la investigación de mercado y no sólo para ellos, cada sujeto-consumidor se inscribe en un segmento. Cada consumidor está virtualmente conformado por pequeños rastis de diferentes colores - uno de los primeros juegos de encastre educativos - para niños y niñas. ¡Casi me olvido! A cada pieza del rasti le corresponde un interés. Si no lo tenés, no te preocupes. Ellos encuentran el modo de creártelo. Cada interés puede ser saciado por miles de productos que ¡vas a necesitar! para llegar a conformar un gran rasti, casi perfecto. El casi es el secreto del marketing. Nunca lo pleno, lo lleno. Siempre es posible más y justamente la medida de ese más no es mensurable.

Distintas conversaciones  

Las amigas también participan de esta segmentación, naturalmente virtual. No con todas hablamos de lo mismo. Tengo amigas con las que hablo de dolencias físicas, de molestias pasajeras. Otras con las que discurro acerca de sin razones sentimentales, inquietudes intelectuales y del bolsillo. Y cuando digo hablo, significa que también escucho.

Existen amigas que relatan poco sobre su vida personal. Hablan de generalidades y al final de una charla dicen: - Hablemos. Llamame al teléfono de X. Volvimos. Ya vivimos juntos.

Otras, en cambio, con escaso poder de síntesis, relatan con lujo de detalles cada paso que dieron hasta llegar al beso: - Me puse el vestido que compré en la liquidación de... los tacos no, él no es muy alto. Preferí las botas. Fui a la peluquería, las manos me las hizo pésimo, bla, bla, bla...

Pero hay cierta clase de amigas, porque de hecho lo son y además muy queridas, que entran dentro del grupo de las inclasificables.

Ejemplos no me faltan. Es el día de inicio de los Juegos olímpicos. De los JJ.OO. Lo miro como millones de televidentes planetarios. El comienzo no coincidió con Bailando. De otro modo Tinelli tampoco hubiese temblado ya que los responsables de programación del canal no lo hubieran emitido. Se me ocurre. Se trata de la estrategia más elemental: no superponer, cuando es posible, audiencias ante envíos calientes.

Veo el excelente manejo de cámaras de Danny Boyle. Por momentos me emociono - con el recitado de un fragmento de La Tempestad de Shakespeare - y en otros me aburro. En fin, ni más ni menos que lo que le ocurre al espectador medio. Soy una más de esa enorme porción del planeta. Luego del desfile de la delegación argentina con Lucha Aymar haciendo flamear la albiceleste considero terminada la sesión televisiva. Suficiente, me clavé dos horas y pico frente a la caja boba.

Llama por la noche una de mis amigas inclasificables. Me pregunta si vi el inicio de los Juegos y si me gustó Paul Mc Cartney.

- No. No lo vi a Paul. Tenía que trabajar.

- Ah, entonces «no viste nada». Te perdiste lo mejor. Lo único que valió la pena...

Cuando me pregunta la misma u otra amiga inclasificable en qué restaurante de los buenos comí y le contesto, ella emite juicio. La balanza indiscutiblemente se inclina siempre para su lado. Algo así como que si nunca he comido cocina molecular que conste de treinta y dos pasos, todo lo que he hecho en mi vida es alimentarme y no degustar una comida única, principesca que ella sí conoce. ¿Se va entendiendo a qué llamo inclasificable?

Es esa peculiar relación que se establece entre pares con un leve grado de rivalidad como efecto de espejo. Lacan llamó a esto lo imaginario.

Trato de no ser necia, sé que puedo ser a mi vez la amiga inclasificable de otra persona. Pero es así como funcionan las relaciones en el mundo humano. Para el marketing y la investigación de mercado justamente por no contemplar singularidades hace de todo lo homogéneo una clase, un segmento. Y hacia allí se dirige.

En la última película de David Cronenberg que en nuestro país se llamó «Un método peligroso», se muestra palmariamente esa relación compleja de respeto y violencia a la vez que Freud mantenía con Jung. Les sucede a todos, por más Freud que uno se piense.

Mis amigas y yo no somos ni el uno ni el otro. Sólo chicas como todas, con algunas aristas de rivalidad soterradas. A veces no tan soterradas. Depende de las circunstancias.

A las amigas inclasificables les agradezco el material invalorable que me brindan. Me causan risa, una vez que me causaron rabia.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 12.8.12

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