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Desayunos pesados

desayunosExiste una nueva modalidad de regalo. Se trata del antiguo «vale u orden de compra» aggiornado. Ahora se regalan «experiencias a la carta para disfrutar» bajo la forma de una ultra coqueta carpeta que contiene un código para activar por Internet. Podés elegir una o más opciones - depende del regalo - del catálogo que incluye siempre vivencias gourmet. Desayunos - gourmet, five o´clock tea - gourmet, pastelería y comidas - ¿adivinen? O bien, estadías lujosas en distintos lugares del país, días de Spa, en fin, experiencias Premium. Si llegaras a recibir esta clase de presente, sería una buena oportunidad de dejar de lado, aunque te guste, el novi de dorapa con la muzza. Se trata de un regalo al que jamás se le miran los dientes, pero al que hay que estar atento a la fecha de vencimiento.

Cuando repasás por Internet las propuestas que ofrece el sitio del regalo, te das cuenta de que hay un mundo mejor, sólo que es más caro.

Los desayunos, por ejemplo, incluyen seis o más pasos aunque descubrí una propuesta en la que no ofrecen café, que hay que pagarlo tan caro como los ítems incluidos. Éstos van desde scones, bagels, muffins y tostadas, pasando por jugos, infusiones de distintos blends, supongo que en cantidad humana. Que nunca se sabe a cuánto asciende. Si una mujer promedio comiera esta terrible colación al menos dos veces en una semana, debería vigilar su peso el resto del mes e ir al gimnasio los treinta días.

En el film «Desayuno en Tiffany´s», adaptación de una novela corta de Truman Capote, la protagonista Holly Golightly es interpretada por Audrey Hepburn. Jamás una elección de actriz fue tan acertada. Todos recordamos a la Hepburn como aquella mujer alta, esbelta, fina, distinguida - el paradigma de la perfección - que gusta más a las mujeres que a los hombres. Éstos la encuentran demasiado flacucha.

Se dice que Capote se inspiró en una anécdota de su círculo íntimo de ricas y famosas. Parece que cuando a una «recién llegada» a ese mundo le preguntaron dónde quería comer, contestó: Vayamos a Tiffany`s. Sabemos que en ese lugar de Nueva York se venden joyas y objetos caros.

El film comienza con una versión de Moon River; Holly - Audrey - Golightly se desplaza en un taxi que se detiene frente a la emblemática joyería. Baja ataviada con un vestido largo y negro que deja ver su espalda de nadadora. Se acerca a la vidriera, saca de una bolsa de papel una triste medialuna y un café, de esos «para llevar» y suspira frente a lo que encuentra exhibido. Era una época - el film es de 1961 - en que aún las joyas permanecían la noche entera en las vidrieras.

Holly anhela pertenecer a la alta sociedad, es por eso que sólo sale con hombres adinerados. Por supuesto se enamora de un pobre aspirante a escritor. O sea, la historia de siempre. La película tiene frases memorables para los amantes del cine. Por ejemplo ésta.

«Cuando me siento mal, lo único que me ayuda es ir a Tiffany`s, es tan silencioso y soberbio. Nada malo me puede ocurrir allí».

El primer dicho suena frívolo. Es que la protagonista lo es, aunque las cosas no se le den casi nunca como le gustaría. A medida que transcurre la película se torna deliciosa y querible.

La segunda frase, «Nada malo me puede ocurrir allí» suena envidiable. Que alguien imagine, por más superficial que sea, que existe un lugar donde nada malo pueda sucederle hoy mueve a risa, resulta un tanto estúpido, es propia de una época que no era maravillosa, por cierto, pero más previsible que la actual.

El último enero de 2015 el mundo y los argentinos en particular nos desayunamos con la noción de que la vulnerabilidad es un hecho que ha venido a instalarse. Muchos preferiríamos el mentado desayuno gourmet, aunque engordáramos, o el de todos los días, antes de que se nos cierre el estómago, como efectivamente sucede muchas mañanas en los tiempos que corren.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 01.01.15

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