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La moda

La moda constituye un concepto al que no pocos pensadores le han dedicado atención. Para Roland Barthes desde una vertiente semiológica - la moda vista desde el punto de vista de los signos - funciona como un intercambio de información. Umberto Eco habla del carácter comunicativo del vestido, más allá del atuendo en sí mismo. No se refiere al canesú ni al corte princesa, sino que alude a algo así como que el hábito hace al monje. Propone este divertido ejemplo, propio de los años ’60: «Lleva minifalda; es una muchacha ligera en Catania. Lleva minifalda; es una muchacha moderna en Milán. Lleva minifalda, en París; es una muchacha. Lleva minifalda, en Hamburgo, en el Eros: puede que sea un muchacho». Eros se refiere a un club frecuentado por gente moderna y desprejuiciada de la época.

En «El imperio de lo efímero» Gilles Lipovetsky escribe sobre la moda y sus destinos en las sociedades modernas. Este tema, aparentemente frívolo, admite un sinfín de reinterpretaciones, de las que rescatamos aquella donde el pensador la reconoce en la actualidad, como un instrumento de consolidación de la democracia.

En el cine

En el filme de reciente aparición sobre la vida y obra del diseñador Yves Saint Laurent se aprecia cómo no se trata sólo de armar una colección que venda una temporada y con ello zafar, aunque tampoco se evite el registro de la compra, sino que se trata de anticipar y recrear tendencias que están en el espíritu de una época. Flotan en el ambiente. En su caso, bastante enrarecido por la aspiración de humo de distintas procedencias. Y mucho alcohol, preferentemente champagne. Además de reinar casi cincuenta años en Occidente - en períodos de mayor y otros de menor preponderancia - fue un creador inspirado en el arte con destellos de transgresión al establishment de su época. ¿De qué otra manera llamaríamos a sus vestidos con los mismos colores y formas cuadriláteras del pintor ruso Mondrian - rojos - blancos - y azules? ¿Y cómo denominar sino revolución al trasladar el clásico smoking masculino a las curvas femeninas? Sus vestidos fueron motivo de la primera gran muestra retrospectiva realizada en un museo; el Metropolitan de Nueva York.

Fue el primero en introducir bellas modelos de color, suaves transparencias y el exótico perfume Opium, producto de sus largas temporadas en Marrakesh. Pero y fundamentalmente, vio venir que la Alta Costura se iba muriendo lenta pero inexorablemente. Que el mundo necesitaba cambios rápidos, vestidos ya preparados para cada ocasión y que a la gente le gusta más estrenar ropa, que usar siempre la misma, por más que sea de excelente calidad.

Inventó el Prêt-à-porter, expresión francesa que significa «Listo para llevar». Se refiere a las prendas de moda producidas en serie; es la moda que se ve en la calle. Sintéticamente, más allá del material que suele utilizar el listo para llevar, significó una despedida del Gran Salón y la Maison y un recibimiento a las «boutiques». Además del triunfo de la cantidad sobre la calidad; de la producción masiva sobre la artesanía. Y bueno, los tiempos estaban cambiando.

También existe un prêt-à-porter de lujo, no se trata de cualquier ropita confeccionada con un género menor. No. Uno de sus inconvenientes es que dos súper stars de cualquier firmamento puedan llegar a lucir la misma prenda en el mismo lugar, si no hablaron sus respectivos asesores de vestuario antes, para definir quién lo usaría primero.

En 1950 el argelino-francés YSL se presentó en un concurso convocado por el Secretariado Internacional de la Lana, bah, organizado por la Industria de la lana. Ganó el tercer lugar. Nada mal para un joven que poco tiempo después se haría cargo de la casa Dior, ni más ni menos que la firma que creó el New Look.

En la actualidad la industria del nylon y más precisamente la de las medias de ese material, debería organizar un concurso con nuevas propuestas. Como se habrá notado, ya pocas mujeres usan las otrora populares medias pantys. La industria del microfilamento se desmoronó. Ahora se usan las piernas libres de toda película protectora del frío, pero finamente recubiertas de un producto autobronceante.

«Piernas libres» para caminar y «manos libres» para hablar. Todo libre, pero sutilmente encadenado a la cadena de la pura y dura cosmetología en un caso y a la tecnología en el otro.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 17.8.14.

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