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La venganza

Se suele decir que la comedia es el resultado de la tragedia a la que se la suma tiempo. Calvero, el personaje encarnado por Charles Chaplin en su última película norteamericana, Candilejas, dice: «La vida vista de cerca es una tragedia, vista de lejos se convierte en comedia». Desconozco la teoría einsteiniana de la relatividad de modo profundo y su concepto del tiempo, pero entiendo, que el actor establece una ecuación entre tiempo y espacio y afirma lo que dice su personaje.

No puedo estar en desacuerdo con ninguna de las dos afirmaciones, sólo que en un caso de sed extrema no se cumplen. Es el caso de la sed de venganza.

¿Qué es la venganza? En principio es una respuesta a un daño previamente recibido. Entre la respuesta y el daño ha mediado la variable tiempo. Toda vez que esta contestación no se trate de un acto compulsivo, se entiende. En resumidas cuentas la venganza es, desde una perspectiva psi, una pasión, entendiendo por ésta una fuerte ligazón a un objeto, difícil de quebrar, de una fuerte fijación. Mi padre hubiera dicho que la venganza es tener una idea fija respecto de alguien o algo. Y no estaría errado. En general, las respuestas a esta ofensa primera suelen redoblar el daño, que ha resultado imposible de digerir. Y es por esto que su recuerdo insiste, insiste, no deja de insistir.

Está claro que sed de venganza no es sed de justicia.

Sin embargo en la vida real hay una tendencia a reemplazar a la justicia, que se encarga de ponderar el daño y asignar una pena a quien lo comete, por la venganza cruda, sin pasar por el cañamazo de la ley. No nos referiremos en la ocasión a este modo de funcionar en sociedad. Para ello las páginas de policiales y sociedad de cualquier país del mundo dan una idea cada vez más acabada de lo que se da en llamar justicia por mano propia.

La ficción en cualquiera de sus manifestaciones - literatura, ópera, televisión, cine - aborda todo el tiempo el tema de la venganza. Es el desenlace casi obligado de un amor no correspondido, de una traición, de un pacto no respetado. La venganza como tema alimenta a bocas sedientas, que siempre es mejor que beban de la botella de la realidad imaginada que de la otra, la de todos los días. Hay quienes niegan el efecto catártico de la ficción. ¿O por qué se piensa que la gente - entre otras cosas - lee, va al teatro o mira cine, sino por asistir a escenas que calman la propia sed? Remitámonos al éxito de la telenovela Montecristo interpretada por Pablo Echarri basada en «El conde de Montecristo», pero aggiornada. Ni más ni menos que la historia de una venganza.

Viene a cuento el proverbio «La venganza es un plato que se come frío». No hay unanimidad respecto del significado. Para algunos, cuando una comida se come fría ya no se degusta. No resulta sabrosa. Para otros, comerlo frío asegura un placer en la maceración de la idea vengativa, en la ultimación de detalles, que darán lugar a un delicado paladeo. En «se come frío», de nuevo, hay una idea de dilatación del tiempo, de no apresuramiento, de postergación.

Particularmente pienso que la venganza es una tragedia cotidiana a la que es mejor sobrevivir sin darle demasiada consistencia de realización. Es bueno que persista como un canto de sirenas en el horizonte. Ayuda a atravesar el malestar. Les aseguro que cuando llega el tiempo de la venganza, uno está tan cansado de la elucubración que es mejor que la realice otro.

Borges afirma: «Yo no hablo de olvidos y perdones. El olvido es la única venganza y el único perdón». No creo en el olvido; creo más en la comodidad de dejar las cosas como están, un poco por pereza y mucho por no despertar la vehemencia que supo tener otrora. Que la venganza la haga otro. Es un sentimiento que tarda, pero llega. Y otra vez el tiempo haciendo de las suyas. Esta vez algo bueno.

Siempre me pareció que la palabra disculpa conviene más que la palabra perdón. El perdón es divino; tiene relación con la religión que cada uno abrace. Si es que abraza a alguna.

Vi la ópera «Adriana Lecouvreur», cuya protagonista muere por aspirar unas violetas envenenadas enviadas por otra mujer para vengarse. Es un ejemplo que sirve para ilustrar lo casi banal que resulta toda venganza. Es el placer de los dioses, no de los humanos.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 29.6.14

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