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Tanta belleza apabulla

Para escaparle al frío un febrero en Nueva York entré a un cine. Debía esperar a alguien por la nochecita, que empieza a las cinco de la tarde en invierno. No sabía ni me importaba qué daban. Me atraía la calefacción. Vi «Una pasión de Amor» una de las primeras películas de Ettore Scola.

La historia es simple. Transcurre en 1860. Un capitán joven y desfachatadamente bello, recibe la orden de aceptar el flaco y yermo revoloteo de una las mujeres más feas que ha dado el cine. Fosca, que así se llama la protagonista, además está enferma. La fealdad de Fosca comienza a perturbarlo. Algo se estremece en él, lo inquieta. Esta mujer le llega a interesar más que su novia que es la bella Laura Antonelli. La contraposición entre ambas es perfecta. Fosca, se da a ver sin brillo, en bruto, sin ninguna clase de artilugios, que hasta los animales saben y necesitan producir para atraer al partenaire. De alguna manera es el cuento de la Bella y la Bestia pero al revés.

Siempre me pregunté por el registro de la fealdad. Más allá de las distintas teorías sobre la belleza - la belleza clásica con un correlato armónico en la Naturaleza y en la proporción hace agua con el advenimiento de la Reforma. Se rompe la armonía, crece lo monstruoso, la deformidad, lo que se aleja del canon clásico. Y así, hasta llegar a nuestros tiempos donde no hay un registro uniforme de la belleza. Sin embargo…

Fui a ver la muestra del fotógrafo peruano Mario Testino, el fotógrafo de nueve de cada diez estrellas del firmamento «pop-cultural». La muestra se llama «In your face» (En tu cara).

El nombre de la muestra debería completarse con algo así como «en tu propia cara te tiro de un saque todo el glamour, el chic, el buen gusto, la armonía, la belleza y la perfección que vos no tenés y bancátela. Así es la beautiful people».

Testino no es un fotógrafo de la talla de un Cartier-Bresson, un Robert Cappa, de un Doisneau - el del famoso beso entre una pareja heterosexual, mirá lo que te digo: heterosexual en París  -, quienes también trabajaron para importantes revistas, como el peruano.

Mi pregunta ahora era ¿cómo se puede ser tan bello? La foto que más me impactó fue la de un vestido largo, azul, visto de atrás y tirado por unos, obviamente, estilizados galgos. Lo vestía Jennifer López con un trasero que armaba la escena. Kate Moss parece ser la que mejor fotografía, no la más perfecta. Estaban Ashton, Brad y la terrible Ana Wintour, directora de la revista Vogue, personificada por Merryl Streep en «El diablo se viste de Prada». Se hallaba la troupe del quién es quién de finales de los ’90.Todo aquel que mereciera el nombre de «It».

Un amigo me preguntó si me gustó la muestra. ¿Cómo te pueden no gustar esos cuerpos, esas caras, ese refinamiento al límite? De ahí a que lo elija como para poner a trabajar mi cabeza, no. De eso se trata justamente esta muestra. Está todo servido en bandeja de oro. No completás una escena ni con champagne de la mejor calidad, no imaginás nada. Todo es perfecto, como merece ser la moda «trendy». Es como darte un atracón de chocolate. Al principio te gusta hasta que te empalaga y te hace mal. Tanta perfección apabulla.

O también puede suceder que te hagas mala sangre y te preguntes: ¿Cuánto me falta para llegar a los 50? 50 kilos, obvio.

El poeta maldito Rimbaud es autor de la frase «senté a la belleza en mis rodillas y la encontré amarga». Sí, amarga pero bella. Que se entienda, me gusta la buena forma, la delicadeza, las uñas limpias y el pelo ídem. Pero esas personas que vi representan un exceso, un corrimiento del límite. Así como un exceso fue la muestra de Ron Muek, el mega hiperrealista relator en sus esculturas de la vida cotidiana. Me gustó más que ésta.

A veces veo una serie norteamericana llamada «Girls», la antítesis de las chicas Sex in the City. Su protagonista, una regordeta de 27 años, Lena Dunham, es más bien No sex in the City, pero eso no la inhibe de pasearse en bikini, un episodio entero y hasta aparecer desnuda en otro. Créanme que no está bueno, aunque ella sea bastante genial. Este extremo opuesto a las mujeres y hombres de Testino, tampoco me atrae. La estética «te- lo-muestro-más-fea-de-lo-que-soy», a ver si te atrapo ya que soy una serie que debe medir, tener buen rating, personalmente no me va.

Trabajé en una editorial importante, sabíamos que la gente linda en una tapa vende.

Más tarde ese mismo día, María Kodama hablaba sobre Borges en otro museo próximo al anterior. Sin ser santa de mi devoción, me interesó más. Además de ser de carne y hueso.

¿El pelo? Blanco con rayas oscuras y sin una pizca de maquillaje. Si la agarrara Testino seguro armaría una escena acorde a ella y la haría lucir fabulosa. Porque Testino hace eso; arma escenas perfectas aún para gente que no lo es.

Fuente: Diario El Día de La Plata; Revista Domingo; 6.4.14

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