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«De Mar a Mar…»

Al borde de un laberinto, a punto de saltar por una ventana o tocar un timbre y salir corriendo y sentir el cuore que se te escapa, en esas horas que interrumpir la siesta de los mayores se hacía un hábito y el giro interminable de una pelota de goma dirigía la mirada a cualquier horizonte y las horas incansables de aquellos tiempos, no sabían de edades, ni futuros, solamente de presente.

 

El aire parecía más limpio, la gente más sana, los olores frutales intensos, el calor provenía de las cocinas, la luz incipiente se cortaba a cada rato, y la amistad era un pacto inseparable, aquel niño contenía la total inocencia.

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