Imprimir

La venganza del Señor Equis

Mi amor:  He buscado infructuosamente sacarte de mi mente y de mi corazón. Si existe un Dios, él sabe que esto es así, tan cierto como ese sol que día a día entibia tu alma. Confieso que no pude. Siento que no podré hacerlo jamás. Como en el tango aquél “me devoraste de atrás, hasta el riñón”, dejaste cicatrices que no sanan con el tiempo. Cierro los ojos y te veo. Tapo mis oídos y te escucho. Todo aquello que llevo a mi boca, imagino que es tu boca, estrellándose en la mía. Todo aquello que toco tiene sensación a tu piel, suave, suave, muy suave… Todo aquello que aspiro huele a ti. 

 

Nada te dije ni nada te diré. Me contentaré con mirarte, con saber que eres feliz. Que lograste atrapar el amor, que conmigo siempre ha sido esquivo, escurriéndose entre mis dedos, como sonriendo con burla y cinismo.

¿Cómo llegamos a esto? No lo sé. ¿En qué momento me enamoré? En alguna vida pasada quizá fuimos amantes o esposos… En esta nuestra vida actual no seremos jamás ni lo uno ni lo otro.

Leer artículo completo