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Golán: FDI en alerta por amenaza de ataques desde Siria

FDI en Altos del Golán«Esa no es nuestra guerra, pero estamos muy pendientes de lo que ocurre allí abajo», explicó un oficial de inteligencia desde la cima del monte Bental, uno de las colinas de los Altos del Golán.

Las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) reforzaron con baterías antimisiles «Cúpula de Hierro», carros de combate, artillería y drones la vigilancia de la zona fronteriza con Siria ante la presencia de rebeldes afiliados al Estado Islámico (EI) y la amenaza de ataques de Hezbolá, el grupo terrorista libanés aliado con las fuerzas de Bashar al-Assad.

En el filo de la meseta del Golán, desde donde se divisa la planicie del sur de Siria a apenas 60 kilómetros de Damasco, una carretera bordea la línea de armisticio tras la guerra del Yom Kipur, el último intento del régimen de Damasco para recuperar en 1973 el control de las estratégicas alturas.

Dos soldados israelíes lanzaron un dron de observación y se disponen a regresar a su base. «Esta tarde nos contará lo que vio con su cámara. El pájaro sabe volver sólo a casa», bromea uno de los militares entre el eco de los disparos de fusiles de asalto en el territorio sirio.

La mayor parte de la llanura de Quneitra situada a los pies de los Altos del Golán se halla bajo control de una coalición de milicias rebeldes encabezada por el Frente al-Nusra, la franquicia de Al Qaeda en el conflicto de Siria. Sus combatientes dominan el área de la antigua Quneitra, una ciudad fantasma de 50.000 habitantes abandonada por Damasco en una zona tampón patrullada por 2.000 cascos azules de la misión UNDOF de la ONU.

El Ejército regular de Assad se mantiene en la nueva Quneitra, erigida al pie del monte Hermón, al norte en el horizonte, desde donde opera Hezbolá. Hace una semana, el grupo chiíta acusó a Israel de la muerte en un bombardeo de Samir Kuntar considerado «jefe de la Resistencia» que lucha contra la anexión del Golán que el Estado judío formalizó en 1981.

Hacia el sur de las cumbres de Bental, cerca de la frontera con Jordania, se halla el feudo de la Brigada de los Mártires de Yarmuk, una milicia yihadista que se afilió al EI en 2014.

«El EI no tiene aquí combatientes extranjeros en sus filas; todos son sirios procedentes de esta misma región, y combaten directamente contra las tropas de Assad», precisan fuentes de las FDI sobre el terreno, tras subrayar que no se detectó una amenaza inmediata de ataques yihadistas contra Israel.

El teniente coronel Itzik Malka, dirige la unidad de sanidad militar israelí en el Golán, que desde 2013 atendió a unos 2.000 sirios heridos en el conflicto. «Sólo el 20% son hombres en edad de combatir, el resto son civiles, entre ellos muchos niños», precisó.

«El Estado Mayor de las FDI ordenó no prestar atención médica a los yihadistas», admite el oficial, «pero en la puerta de la valla de separación sólo vemos hombres desarmados que son evacuados hasta allí cada dos o tres días».

Las FDI cuentan con un pequeño hospital de campaña en una base próxima a la frontera, donde se practican las primeras curas. Los heridos graves son trasladados a centros médicos civiles del norte de Israel.

«Lamentablemente, cuando están saturados y no admiten más pacientes, no tenemos más remedio que devolverlos a territorio sirio», reconoce Malka junto a una ambulancia rodeado de sanitarios militares.

El pasado mes de junio, en plena ofensiva de rebeldes yihadistas contra los pueblos drusos del sur de Siria leales al régimen de Assad, un grupo de drusos del Golán - los únicos sirios que permanecieron en la meseta tras la ocupación de Israel - asaltó una ambulancia militar israelí en la que eran evacuados dos supuestos combatientes islamistas heridos y mataron a uno de ellos.

«No pudimos protegerlos del linchamiento», recuerda Malka. Fue uno de los incidentes más graves protagonizados por drusos, una minoría religiosa escindida del islam y establecida en varios países de la región, en cada uno de los cuales se integró plenamente, aunque manteniendo siempre una identidad apegada a la tierra.

El Golán es una de las zonas más visitadas por los israelíes, a pesar de la guerra en curso a escasos kilómetros, y cuenta en las faldas del monte Hermón con la única estación de esquí. Sus nieves alimentan los manantiales de los que nace el río Jordán, el principal aporte de agua dulce para Israel.

Casi todos los caminos conducen a la valla erigida por Israel, jalonada de detectores de movimientos y cámaras. Cuatro décadas después del último conflicto, el Golán sigue mostrando toda una imaginería bélica: tanques soviéticos T-52 abandonados en las cunetas por las fuerzas sirias, cuarteles del Ejército de Damasco en ruinas rodeados de viviendas y escuelas fantasmales, siluetas de soldados israelíes recortadas en un memorial de batallas con centenares de muertos, y camuflado en un recodo de un bosque, con el paisaje sirio a sus pies y la nívea cima del monte Hermón en el horizonte, la mole de 65 toneladas de un tanque Merkavá-4 recuerda que sigue viva la amenaza de la guerra al otro lado de las alambradas.

Después de casi cinco años de guerra en el vecino país árabe, la artillería israelí se limitó a responder con salvas de represalia cada vez que los proyectiles de los bandos enfrentados caían sobre los Altos del Golán, donde existen cerca de 40 asentamientos con unos 20.000 judíos.

Sucesivos primeros ministros israelíes, el último Ehud Olmert en 2008, intentaron negociar un acuerdo de paz con Damasco a cambio de la devolución de la mayor parte de los Altos del Golán.

Sectores nacionalistas del Gobierno de Binyamín Netanyahu plantean aprovechar ahora la descomposición de Siria tras la guerra civil para crear nuevos asentamientos en la meseta con hasta 100.000 colonos judíos.

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