La policía israelí comenzó a construir un muro para separar los barrios judíos y los musulmanes en Jerusalén Oriental para intentar frenar la ola de violencia que atraviesa el país desde hace más de dos semanas.
Según Luba Samri, vocera de las fuerzas de seguridad, la barrera de 300 metros de longitud consiste en una fila de losas de hormigón de unos cincos metros de altura con un decorado que pretende imitar a la piedra jerosalimitana y separa el barrio judío de Armón Hanatziv y el barrio árabe de Jabel Mukaber, de donde proceden varios de los atacantes palestinos de los últimos días.
«Esto no tiene ninguna intención política», justificó Emmanuel Najshón, vocero del Ministerio de Exteriores, ante las críticas que generó la decisión.
«Israel tomó medidas para poder así garantizar la máxima seguridad a sus ciudadanos», agregó, y precisó que se trata de una norma «provisoria» y que el muro se encuentra sólo «en áreas limitadas».
Una de las medidas de seguridad más polémicas de Israel es la cerca que en Cisjordania, que empezó a ser construida en 2006.
Además de la construcción del muro, también se lanzaron otras medidas de seguridad, como las verificaciones de identidad y la exigencia a los residentes palestinos de que se levanten las camisas o enrollen los pantalones para demostrar que no llevan cuchillos.
En tanto, soldados israelíes fueron desplegados en otras ciudades de Israel y en las rutas que las conectan. En Tel Aviv, incluso, se prohibió el acceso a las escuelas durante horas de clase al personal de limpieza, compuesto mayormente por ciudadanos árabes, por temor a más atentados.
La colocación de barreras para dividir áreas de Jerusalén es un paso delicado que pone a prueba las reiteradas declaraciones de Israel en los últimos años, de que la ciudad es su capital no dividida y eterna.
Los palestinos dicen que las barreras son un castigo colectivo y poco efectivo para disuadir a los atacantes, ya que aquellos con la intención de causar daños llegarán a las zonas judías empleando otros caminos.
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