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Premio Nobel israelí: «Tecnología, clave para paz mundial»

Dan Shechtman (2° izq)El científico israelí Dan Shechtman, ganador del Premio Nobel de Química, visitó la provincia de argentina de Misiones, invitado por el Comité Ejecutivo de Desarrollo e Innovación Tecnológica (CEDIT), y compartió sus conocimientos, puntos de vistas y consejos en charlas y conferencias.

«Los emprendimientos tecnológicos son claves para la paz y la prosperidad del mundo», aseguró el químico hebreo en una conferencia realizada en la sede del CEDIT.

Schechtman explicó que «recibir un Premio Nobel implica una fase de transición en la vida. En realidad recibir ese galardón es como conseguir un permiso para hacer lo que uno desea; algunos deciden quedarse en el laboratorio, mejorarlo, recibir financiamiento para ampliar el campo de investigación y quizás de vez en cuando ir a alguna conferencia. Yo decidí de otro modo porque quiero enviar un mensaje al mundo en tres aspectos: el primero sobre la importancia de la educación; el segundo sobre la importancia de la educación científica y en ingeniería; y el tercero sobre la importancia de la investigación y los avances en emprendimientos empresariales tecnológicos».

Dan Shechtman es un científico israelí, quien en 1982 descubrió la fase icosaédrica, la cual abrió un nuevo campo para los cristales cuasiperiódicos. En octubre del 2011 fue galardonado con el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de los cuasicristales. Desde ese momento, se dedicó a viajar por el mundo, invitado por diferentes organizaciones, para disertar sobre distintos aspectos en los cuales se especializa, y aseguró que «siempre dejo un mensaje para los más jóvenes. Cerca de la mitad de las charlas son sobre emprendimientos tecnológicos que considero claves para la paz y la prosperidad del mundo».

El científico hebreo explicó que los emprendimientos tecnológicos son importantes para la prosperidad porque «la población mundial crece constantemente pero la tasa de crecimiento está descendiendo, entonces se espera que para 2050 la población mundial dejará de crecer, debido a dos procesos: el primero es una cuestión de organización, cuando las personas se mueven de zonas no urbanas a zonas urbanas, una mujer en esa zona no urbana suele tener seis hijos y cuando se muda tienen uno solo. Por lo tanto el crecimiento poblacional va decayendo. El segundo proceso está relacionado con la educación de mujeres. Las mujeres educadas tienen uno o dos hijos, las analfbetas van a tener seis. El mundo se divide en dos: la parte desarrollada y la subdesarrollada. Por un lado demasiados hijos para mujeres que no tienen posibilidad de mantenerlos, y por otro un mundo desarrollado con menos población.

Shechtman explicó que «un hijo por mujer implica que la próxima generación va a ser la mitad de la actual, y la que sigue será un cuarto. Las personas empezarán  a desaparecer». El científico explicó que las mujeres que tienen muchas hijos en la mayoría de los casos son las de más bajos recurso o de los países más pobres. «Esto se puede equilibrar: países que no tienen cantidad suficiente de ingresos por familia, deben empezar a fomentar emprendimientos, porque las personas que se mueven a las zonas urbanas no consiguen trabajo, entonces en lugar de buscarlo toman sus propias iniciativas y desarrollan sus propios emprendimiento».

Respecto a la influencia de los emprendimientos tecnológicos en procesos de paz, mencionó que «es un poco sorprendente: ahora en Argentina se vive en paz, no hay guerras con otros países, pero sí existen muchos conflictos internos. Para mejorar la paz interna, hay que mejorar los estándares de vida. Si hay suficientes recursos, un futuro mejor para los niños, entonces cada uno se ocupa de su vida y de luchar contra otros».

Shechtman hizo además hincapié en la importancia de saber inglés. «Si Argentina quiere llegar a la cima del mundo científico tiene que saber hablar y escribir en inglés. El idioma inglés es como la lengua de las matemáticas, no se puede desarrollar ciencia si no sabe inglés».

Finalmente, el Premio Nobel israelí recalcó la necesidad de «empezar a enseñar ciencia en el jardín de infantes, a los 5 años», y la importancia de motivar a los niños para que en el futuro quieran dedicarse a la ciencia.

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