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Israel: Kibutzim se transforman en incubadoras tecnológicas

Agam Advanced AgronomyDurante 66 años, el kibutz Sasa, ubicado en la cima de una montaña cerca de la frontera con Líbano dependió para su subsistencia de las manzanas, las vacas lecheras y, más recientemente, de una fábrica de blindaje de autos.

Hoy en día, sin embargo, su negocio de mayor crecimiento es Sasa Software, una startup de ciberseguridad que produce software para filtrar y proteger datos y redes. Desde su lanzamiento, la firma - que no da a conocer sus datos financieros - cosechó 90 clientes.

«No podemos estar aislados de todos los cambios», explica Mijael Pival, miembro del kibutz y vicepresidente de marketing de Sasa Software.

Los miembros de estas comunidades en Israel trabajaron tradicionalmente por la misma remuneración y por el bien de sus relativamente aislados grupos. Ahora, combinando su colectivismo tradicional con la nueva filosofía del emprendimiento tecnológico, están asumiendo una mayor participación en el éxito del sector de nuevas empresas de tecnología en Israel.

A pesar de viajar por todo el mundo para ofrecer los servicios de su empresa de software, Pival todavía lava su ropa en la lavandería del kibutz, almuerza en el comedor comunitario y gana el mismo sueldo que sus compañeros que trabajan en el campo.

En general, la fortuna económica de estas comunidades es fluctuante, pero el kibutz Sasa vive un buen presente. La comunidad no da a conocer sus cifras financieras, pero tiene suficientes recursos para construir 42 nuevos departamentos para sus 220 residentes. Cada año, el kibutz financia una vacación en el extranjero para cada uno de sus miembros, una política generosa para los estándares tradicionales de los kibutzim.

Tal beneficio habría sido inaudito para los austeros fundadores de los kibutzim. Hasta los años '90, estos eran verdaderos colectivos económicos donde todos los miembros vivían en dpartamentos idénticos. Los que ganaban dinero fuera del kibutz se lo daban a la tesorería de la comunidad para que lo redistribuyera de manera igualitaria.

Esos días terminaron. Alrededor de 75% de las comunidades abandonaron en diverso grado el colectivismo económico y los que todavía siguen esos principios igualitarios, como Sasa, son más flexibles. Muchos recortaro costos como los comedores comunitarios y buscaron nuevas fuentes de financiación, como el alquiler de bienes raíces y la administración de hoteles.

La Asociación de Industrias del movimiento kibutziano, una agrupación que representa a las empresas basadas en este tipo de comunas, estima que el kibutz promedio posee entre 10 millones y 20 millones de shekels (entre 2,7 millones y 5,4 millones de dólares) para invertir en nuevas empresas.

Muchos están buscando invertir ese dinero en alta tecnología, industria en la que Israel juega un papel relevante. Eso se debe en parte a que poseen un importante grupo de veteranos del Ejército con gran conocimiento de estos temas y prestigiosas universidades tecnológicas.

Hay pocos datos disponibles sobre los patrones de inversión de los kibutzim, pero los que hacen seguimiento a estas comunidades y los ejecutivos del sector tecnológico señalan una creciente evidencia anecdótica.

«Los kibutzim tienen tierras y tienen dinero», afirmó Shai Mei-Tal, fundador y presidente ejecutivo de Agam Advanced Agronomy, firma que analiza datos agrícolas recogidos a través de satélites y drones. En 2014, la empresa se mudó de una ciudad en la región central de Israel al kibutz Meguido, en el norte del país.

En el último año, Agam Advanced Agronomy sumó tres kibutzim de la zona como inversionistas, otorgándoles un total de 60% de las acciones de la empresa. Cinco empleados de la compañía se sientan frente a sus computadoras en una oficina junto al taller metalúrgico y garaje del kibutz, donde se arreglan los tractores que trabajan el campo.

Los miembros del kibutz suelen tener partes iguales en sus inversiones. No obstante, las decisiones - incluso en aquellos kibutzim que siguen siendo estrictamente colectivos - son tomadas por un pequeño comité, a menudo asesorado por consultores externos.

«Esta es una comunidad muy cerrada, en cierto modo, pero en lo que respecta a los negocios, es capitalista», explicó Shimón Guthrie, gerente de negocios del kibutz Bror Hail, cerca de la Franja de Gaza y con muchos miembros que llegaron de Brasil. Akol, firma de software basada en la nube de la cual posee 75%, nació a fines de los años '70 como una base de datos para la agricultura.

La empresa genera ganancias y apunta a tener clientes globales. Recientemente contrató a un nuevo presidente ejecutivo de fuera del kibutz y está renovando su fuerza laboral tanto con jóvenes de la comunidad como con empleados de la zona.

El kibutz Revivim, emplazado en el desierto de Negev, en el sur de Israel, está invirtiendo alrededor de 1,5 millones de shekels para convertir un criadero de pollos de 745 metros cuadrados en un acelerador de alta tecnología. Su apertura está prevista para este mes de octubre. Hospedará 10 nuevas empresas centradas en la web y en productos y servicios móviles.

El kibutz tendrá una participación del 15% en cada nuevo negocio que se inscriba en el programa de aceleración, que dura tres meses. Su objetivo es adquirir acciones en unas 40 nuevas empresas de alta tecnología en un año.

«Ahora, en lugar de huevos, lo que salga del cascarón serán empresas», dijo David Ben Lulu, gerente de negocios del kibutz.

En Sasa, la empresa de software de seguridad cibernética de Pival utiliza como espacio de oficina un sector que ya no es utilizado por la fábrica de carrocerías. Para obtener espacio adicional trajo un contenedor de transporte marítimo.

Sasa, fundado en 1949 por jóvenes sionistas de Estados Unidos y Canadá, se dedicó durante años al cultivo de manzanas y otros productos agrícolas. En 1985, cuando muchos kibutzim empezaron a incorporar operaciones industriales, estableció su fábrica de blindaje de vehículos.

Al igual que muchos otros kibutzim, Sasa se endeudó fuertemente en los años '80 para financiar esta expansión. En la década de 1990, se estaba ahogando en deudas, particularmente afectado por las altas tasas de interés impuestas por el Banco Central de Israel para frenar la galopante inflación.

«Durante muchos años, Sasa estuvo en el fondo», relató Pival.

La situación financiera del kibutz se reanimó a principios de la década de 2000 gracias a una avalancha de pedidos que la empresa recibió del Gobierno de Estados Unidos para blindar vehículos que serían usados en Irak.

Pival, quien pasó años recolectando manzanas en los campos del kibutz, fue parte del grupo de miembros que persuadieron al kibutz para que escindiera como empresa independiente la unidad que había desarrollado el software de seguridad cibernética para proteger los pedidos sensibles de la fábrica de blindaje.

«Para mantener la comunidad hay que ser emprendedor. Hoy en día no es suficiente tener las mejores manzanas. La gente quiere trabajar en otros ramos», sostiene.


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