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Israel: Pretenden recrear vino bebido por Rey David y Jesús

Vinos MarawiUn vino blanco de calidad superior fue añejado 8 meses; o, dependiendo de cómo se lo mire, 1.800 años por Bodegas Recanati en Israel. El vino marawi es el primero producido comercialmente basado en uvas «nativas». Surgió de un proyecto de la Universidad de Ariel en Cisjordania que usa pruebas de ADN para identificar - y recrear - vinos antiguos bebidos por gente como el Rey David y Jesús.

Eliyashiv Drori, el enólogo de Ariel que encabeza la investigación, remonta las uvas marawi - también llamada hamdani - y las jandali al año 220 d.C. con base en una referencia en el Talmud babilónico.

«Todas nuestras escrituras están llenas de vino y de uvas; antes de que los franceses siquiera pensaran en producir vino, nosotros estábamos exportando vino. Tenemos una identidad muy antigua y, para mí, reconstruir esta identidad es muy importante. Para mí, es una cuestión de orgullo nacional», dijo.

El redesarrollo de las variedades locales, sin embargo - como tantas cosas en este territorio disputado -, no está libre de fricción política. Se da junto con contenciosos nuevos lineamientos de etiquetado por parte de la Unión Europea (UE), que requieren que los vinos de Cisjordania y de los Altos del Golán lleven una etiqueta que diga que fueron producidos en asentamientos israelíes. Y los palestinos tienen sus propios reclamos de propiedad sobre estas uvas.

Para los vinicultores israelíes, la búsqueda de las antiguas variedades es una oportunidad de distinguir sus productos en un mercado mundial competitivo donde albergan poca esperanza de mejorar el chardonnay de Francia.

Arqueólogos y genetistas están probando nuevos métodos de analizar las semillas antiguas carbonizadas. En la incesante lucha entre israelíes y palestinos, es una búsqueda por subrayar las raíces hebreas en Tierra Santa.

Pero Recanati no es el primero en vender vino de estas uvas. Cremisan, una pequeña bodega cerca de Belén donde los palestinos se asociaron con monjes italianos, están usando hamdani, jandali y otros frutos locales desde 2008.

«Como es habitual en Israel, declaran que el falafel, la tehina, el tabouleh, el hummus y ahora las uvas jandali son un producto israelí», criticó Amer Kardosh, director de exportaciones de Cremisan. «Me gustaría informarle que estos tipos de uvas son totalmente uvas palestinas cultivadas en viñedos palestinos».

Pero las granjas palestinas que vendieron las uvas a Recanati insisten en el anonimato por temor a reacciones negativas por trabajar con israelíes, o simplemente por ayudar a producir vino, lo cual generalmente está prohibido en el islam.

Recanati, por su parte, adoptó la herencia, usando el árabe en la etiqueta del marawi y contratando a un cantante árabe-israelí para que actuara en su lanzamiento en octubre ante 50 sommeliers seleccionados.

El viticultor, Ido Lewinsohn, dijo que su producto es «limpio y puro de cualquier influencia política», y añadió de las uvas «no son israelíes ni palestinas. Pertenecen a la región; esto es algo hermoso».

Se descubrieron en Israel - y en Cisjordania - presas de vino que datan de tiempos bíblicos. Pero la fabricación de vino fue prohibida después de que los musulmanes conquistaron Tierra Santa en el siglo VII.

Cuando el barón Edmond de Rothschild, primer sionista descendiente de la famosa bodega de Burdeos, ayudó a reiniciar la labor artesanal local en la década de 1880, compró el fruto en Francia.

Hoy, las 350 bodegas de Israel producen 65 millones de botellas al año. El Manischewitz dulce y pegajoso fue durante mucho tiempo eclipsado por el chardonnay, cabernet, merlot, syrah y carignan de alta calidad. Pero hay un límite para esas importaciones.

«Todavía no nos ingeniamos para crear un ADN para los vinos israelíes», se lamentó Haim Gan, dueño de Grape Man, una compañía que defiende la cultura vinícola de Israel.

Es donde entra en escena Drori, quien tiene un doctorado en agricultura y, en 2005, inició una bodega boutique, Gvaot, cerca de su casa en un asentamiento en Cisjordania. Ahí notó un viñedo descuidado con uvas blancas pequeñas y muy dulces que pensó podrían producir un vino sabroso.

Con un presupuesto de unos 750.000 dólares, principalmente del KKL, Drori y una docena de colegas identificaron 120 variedades de uvas singulares cuyos perfiles de ADN son distintos de todas las importadas. Alrededor de 50 son domesticadas, dijo Drori, 20 de ellas «adecuadas para la producción de vino».

Por separado, los investigadores identificaron 70 variedades distintivas, usando ADN y un escáner tridimensional que nunca antes fue exitosamente empleado de esta manera, de semillas quemadas y secas encontradas en excavaciones arqueológicas. La idea es enlazar esas semillas antiguas con las uvas vivas o algún día quizá crear el fruto al estilo de «Jurassic Park».

Dada la dificultad para adquirir las uvas con granjeros palestinos, Recanati produjo solo 2.480 botellas del marawi 2014, que está disponible en sólo unos 10 restaurantes de Tel Aviv. La bodega tiene unas 4.000 botellas de marawi 2015 añejándose y espera pronto plantar su propio viñedo para ampliar y refinar la marca.

Itay Gleitman, el reseñador de vinos para el diario «Haaretz», llamó al marawi «el vino israelí más importante de este año», por su origen, si no por su sabor. Dijo que era «agradable y fácil de beber y se abre ligeramente en la copa con aromas suaves de manzana y durazno». Y, si se cultivara expresamente para la producción de vinos, tiene un potencial que «despierta la imaginación».

El siguiente es el dabouki, también blanco, el cual planea lanzar el  viticultor israelí Avi Feldstein junto con su nueva bodega dentro de un par de meses. La uva dabouki podría ser la más antigua de las variedades locales, una buena candidata para lo que llenaba la copa de Jesús, de quien Drori cree que bebía tanto blanco como tinto.

Feldstein dijo que tiene unas 800 botellas de dabouki 2014 y otras 800 de la cosecha 2015, uno «con sabor a anacardo» y el otro «un poco tropical».

«Si uno es un verdadero vinicultor, quiere expresar un lugar», dijo Feldstein. «Sin localidad y la diversificación que esta da, el vino se reduce a una Coca-Cola alcohólica», agegó.

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