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Único Museo de la Memoria Judía en un país musulmán

No es fácil con los tiempos que corren de desencuentros políticos, religiosos e ideológicos, encontrar experiencias como la de este Museo de la Memoria Judía en Casablanca, Marruecos, único museo judío en el mundo en un país musulmán. Y es que a veces la realidad puede con los tópicos, afortunadamente.

La idea general de que judíos y musulmanes nunca se llevaron bien, sobre todo a partir del avispero creado en Oriente Medio desde que en 1948 se creara el Estado de Israel, choca con esta otra realidad judeo-marroquí, que es este museo, y que, al margen de cualquier otro hecho, es un lugar real y de encuentro permanente; un espacio para la convivencia y una propuesta para mirar al futuro.

Porque del pasado, ya en la documentación que atesora el museo en su biblioteca, se demuestra que los judíos llegaron al Magreb antes que cualquier otro pueblo, se mezclaron con las tribus autóctonas bereberes, e incluso existen vestigios de que alguna de esas tribus se convirtieron al judaísmo. Con lo cual se demuestra que la convivencia entre marroquíes y judíos viene de antiguo.

Hace ya 15 años que el ahora recién fallecido Simón Levy, judío marroquí heterodoxo, idealista, intelectual comprometido, hispanista y comunista convencido que llegó a formar parte del Comité Central del Partido del Progreso y Socialismo de Marruecos, puso a andar este empeño que ahora, con motivo de su fallecimiento, cobra especial relevancia cuando se analiza su obra de hombre inquieto y singular.

Un Levy erudito, que realizó su tesis doctoral sobre las raíces e interrelación de las lenguas musulmana, judía y española en este país del norte de África, al que se sabe que los judíos llegaron, incluso, antes que los romanos, explicó Vanessa Paloma Elba durante su intervención en el coloquio en homenaje a Levy organizado, la pasada semana, por el Instituto Cervantes de Tánger.

Elba, que es estudiosa de la obra de este judeo-marroquí hispanista, además de especialista en tradición oral e identidad judía, añadió: «Levy fue un hombre que miró a la historia de otra manera... Aprendió a discernir sobre ella observando los más nimios detalles de la convivencia entre judíos y marroquíes, sobre todo en ciudades como Fez o Meknes - durante siglos bilingües -, desmenuzando palabras, analizando los detalles más pequeños de la vida privada y estudiando los ritos más íntimos practicados por estos pueblos que conviven desde hace más de dos mil años.

Un Levy impulsor de la convivencia entre los pueblos y luchador incansable por la justicia social y la libertad en Marruecos; en definitiva activista en un país dónde siempre es difícil avanzar en el desarrollo y la democracia y, a veces, también, la vida ha sido complicada para los judíos. Como cuando a raíz de la Guerra de los Seis Días, en 1967, 40.000 judíos marroquíes decidieron marcharse - de los 70.000 que había entonces - ante el temor a represalias, algo que, afortunadamente, nunca llegó a producirse.

En cualquier caso, ahora queda el museo con un espacio de 700 metros cuadrados en el que tras década y media de búsqueda y esfuerzo continuo por todo el país, «se logró rescatar buena parte de la obra y objetos que son la memoria milenaria del pueblo judío en Marruecos», explicó Zhor Rehihil, conservadora del lugar.

En las salas de exposición permanente pueden verse pergaminos, cerámicas de gran valor; muebles singulares y objetos de culto; ornamentos, trajes tradicionales, joyas, documentos antiguos y un cuadro enmarcando la foto de una bandera marroquí en la que ésta aparece con la estrella de David de 6 puntas.

Hasta 1915, fecha en la que el general Lyautey, máxima autoridad del Protectorado francés marroquí, mandó sustituirla por una de 5 puntas, la bandera marroquí lucía esta huella judía», dijo Rehihil. Luego, con la independencia marroquí, en 1956, el rey Mohamed V confirmaría la plena nacionalidad marroquí para los residentes judíos.

Mientras, en las salas de exposiciones temporales se organizan muestras de pintura y fotografía, conferencias y conciertos. El museo cuenta también con una biblioteca y una sala de proyección audiovisual.

La Fundación del Patrimonio Cultural Judeo Marroquí, que es quien impulsa y sustenta el museo, emprendió a raíz de su constitución, en 1997, una catalogación minuciosa - y en algunos casos su restauración - de sinagogas, juderías y cementerios judíos desperdigados por toda la geografía de Marruecos.

Son decenas ya los espacios y monumentos catalogados y recuperados, algunos de gran valor arquitectónico y cultural. «De muchos de ellos contamos con un detallado recorrido fotográfico que puede verse en el museo», afirmó Rehihil. La obra de los judíos en Marruecos es tan amplia que es parte importante de la riqueza cultural marroquí.

La singular existencia de un museo judío - único en el mundo en un país musulmán -, levantado en territorios adversos, no hace más que aportar un grano de arena más para que esa nube tóxica, mal llamada Guerra de Civilizaciones, que envuelve ahora el mundo y envenena la vida con amenazas y miedos, sea desactivada.

La existencia de lugares como este es otra puerta que se abre a la esperanza.

Para más datos: www.casajewishmuseum.com

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