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¿Hacia el fin del sueño sionista?

El sionismo de hoy debe abandonar las pasiones que establecen las turbias aguas de la dialéctica política para buscar el bien mayor y promover la creación de un Estado Árabe Palestino, que coexista en armonía con el Estado Judío de Israel. Sólo esta alternativa podrá frenar la cuenta regresiva demográfica.

El Estado de Israel enfrenta un inminente desafío existencial. Recientes estimaciones demográficas ponen de manifiesto que, de no haber una solución negociada entre palestinos e israelíes, el Hogar Nacional Judío pasaría a la historia en menos de 25 años. ¿Qué cambios de paradigma deberían adoptar los ciudadanos del Estado hebreo y la comunidad judía mundial para "salvar al sionismo"?

Según un reciente estudio demográfico publicado por la Universidad de Haifa, en el año 2015 la población judía de Israel, Cisjordania y Gaza será inferior a 6 millones de habitantes y representará el 46,8% de la población total de ese territorio unificado. Para entonces, la población árabe y drusa, esta última una minoría identificada con el islam, alcanza los 6,4 millones de habitantes (1).

El estudio indica también que en los próximos 4 años, el número de inmigrantes no judíos, provenientes en su mayoría de la ex Unión Soviética, involucrará a 338 mil personas. Al contabilizar a este segmento junto al de la población judía, la ciudadanía pro-sionista de Israel, Cisjordania y Gaza representará el 49,4% sobre una población total estimada en 12.668.000 personas.

Desde la perspectiva demográfica, la amenaza para la continuidad del proyecto sionista se concretará cuando la mayoría árabe alcance la edad mínima de sufragio. De acuerdo a información provista por la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), mientras 49,2% de la población de Gaza tiene más de 18 años, el mismo indicador se eleva a 56,8% en Cisjordania y 66,9% en Israel, este último con patrones demográficos regresivos, similares a los demás países miembros de Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE).

Al interpretar los datos anteriores, se concluye que en el año 2035, la población árabe con derecho a voto superará a la judía. Para entonces, Israel debería abandonar sus ambiciones democráticas o bien renunciar a su misión fundacional de constituirse en el hogar nacional del pueblo judío.

Cuenta regresiva

Para "salvar al sionismo" de la cuenta regresiva demográfica, los judíos del mundo deben adoptar un nuevo paradigma nacional, construido sobre dos patrones rectores: excluir del proceso de paz entre palestinos e israelíes toda referencia a los obsoletos términos "derecha" e "izquierda" y, aprovechar proactivamente las ventanas de oportunidades que surgen a partir de los escenarios políticos creados por la amenaza nuclear iraní y el actual contexto de inestabilidad en Oriente Medio. Analicemos secuencialmente estos patrones.

La rancia dialéctica de izquierda y derecha, surgida en la Francia posrevolucionaria para diferenciar las posiciones políticas actualmente denominadas progresistas de las liberales y conservadoras, no tiene ninguna aplicación en relación al conflicto nacional entre israelíes y palestinos.

Utilizados durante años en Israel para denotar cierta propensión o aversión a negociar territorios a cambio de paz, estos términos sólo sirven hoy para crear más contradicciones que entendimientos. A modo de ejemplo, slogans como "Dos Estados para dos Pueblos", que hasta hace poco tiempo eran el leitmotiv de la izquierda sionista, han sido adoptados en el presente por el Premier Binyamín Netanyahu y su partido Likud, histórico representante de la centro-derecha israelí.

Las urgencias demográficas y el desencanto de la política en Israel, han facilitado la proliferación de partidos sectoriales, que negocian los destinos del Estado Judío a cambio de mundanos beneficios para su electorado. En tal contexto, la polarización conceptual entre derecha e izquierda oculta el verdadero conflicto, es decir, entre aquellos judíos y no judíos que cooperan para que el Estado de Israel continúe siendo el hogar nacional del pueblo hebreo y aquellos que, a consciencia o no de sus actos, obran en sentido contrario.

La supervivencia del sionismo, tanto en su calidad de movimiento judío de liberación nacional cuanto del que anuncia la llegada del Mesías, exige que seamos capaces de trascender esquemas rígidos y dogmas que desmerecen principios, valores e impiden aplicar el menos común de los sentidos: el sentido común.

El sionismo de hoy debe abandonar las pasiones que establecen las turbias aguas de la dialéctica política para buscar el bien mayor y promover la creación de un Estado Árabe Palestino, que coexista en armonía con el Estado Judío de Israel. Sólo esta alternativa podrá frenar la cuenta regresiva demográfica.

El segundo de los patrones consiste en aprovechar las alianzas estratégicas regionales que surgen a partir de dos hechos fundamentales: las ambiciones nucleares de Irán y el peligro de proliferación de gobiernos fundamentalistas en el mundo árabe.

La iniciativa persa pone en jaque la estabilidad gubernamental y militar en los países moderados de Medio Oriente y estimula el histórico enfrentamiento entre las dos principales ramas del islam, chiítas y sunitas, que divide a 1.600 millones de musulmanes en el mundo entero.

 

Mientras el régimen iraní trabaja para establecer la supremacía chíita, la población suní, conformada por más del 80% de la población musulmana mundial, implora a Israel que avance hacia una solución negociada. En el actual contexto internacional, la resolución del conflicto árabe-israelí significaría el aislamiento definitivo de Irán mediante la cooperación estratégica, económica y militar entre el Estado Judío y los miembros de la Liga Árabe.

Los recientes levantamientos populares acontecidos en Egipto, Libia, Bahréin, Yemen y Túnez, podrían resultar funcionales a los intereses de las facciones fundamentalistas de la región. La inmediata reanudación de las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos, sería determinante para favorecer la asunción de líderes moderados en estos países.

Sionismo = Paz

La representatividad de Mahmud Abbás, presidente de la Autoridad Palestina, depende de su capacidad para materializar la fórmula "Dos Estados para dos Pueblos". La absurda estrategia de congelar las negociaciones con los palestinos que lleva adelante el gobierno de Netanyahu, no trae otro resultado que erosionar las bases de poder de los socios del sionismo y favorecer los intereses de las huestes del terror.

Frente a la catástrofe que se avecina, el debilitamiento del partido Al Fatah del Presidente Abbás, podría desembocar en un cambio radical en las aspiraciones del pueblo palestino y, un escenario natural a la frustración independentista, estaría caracterizado por el reclamo árabe que Israel se constituya en un estado binacional. En ese escenario, seríamos testigos de una presión internacional nunca vista sobre el Estado Judío, que pondrá en vilo su economía y su inserción en el mundo y no se detendrá, hasta que se regularice el status civil de los pobladores árabes palestinos como legítimos ciudadanos del Estado de Israel.

Los apremiantes plazos demográficos y la imposibilidad moral y técnica de transformar a Israel en un estado apartheid, nos obliga a tomar posición activa frente a las acciones miopes y autodestructivas del gobierno de Netanyahu. En términos dantescos, La Divina Comedia en Oriente Medio suplantará a Virgilio por Beatriz cuando la paz y el sionismo se hagan oír en el siglo XXI.

(1) Agradezco al Dr. Arnón Sofer, Director de la Cátedra Chaikin en Geoestratégia de la Universidad de Haifa, por la información demográfica proporcionada.