Imprimir

Antisemitismo recargado

De todos los males que aquejan al mundo: el calentamiento global, las violaciones a los Derechos Humanos, la falta de libertades, la situación de la mujer o de los niños, el analfabetismo, el terrorismo; en lo único que pueden ponerse de acuerdo las mayorías automáticas es en condenar a Israel.

La semana pasada se publicó que 4 de cada 10 estudiantes judíos de las universidades británicas declaró haber presenciado o sido objeto de actos antisemitas.

En una encuesta reciente realizada por la DAIA en Argentina, el 82% de los encuestados opinó que el interés principal de los judíos es ganar dinero.

En Concordia, el mes pasado, una señora concurrió a misa y escuchó al cura decir que "los judíos son tan mentirosos, que tienen el alma podrida hasta los huesos".

Pocos días después, un judío fue brutalmente agredido en la puerta de una sinagoga, en el barrio de Flores, en Buenos Aires.

Es que hablamos de un odio tan ancestral que impregna la cultura popular.

El pueblo judío es el más perseguido de la historia humana. No hay ningún otro pueblo que haya tenido que soportar tanto odio, con tantas consecuencias terribles durante tanto tiempo y en tantos lugares.

500 años AEC la fe judía ya era muy antigua y posiblemente debido a la creencia en un Dios, único, abstracto y ético, comienza a generar hostilidad.

Los griegos y luego los romanos, los acusaron de deslealtad por que se negaban a practicar la religión del imperio.

El cristianismo los culpó de deicidio y de no aceptar la divinidad de Jesús.

El ideólogo del antijudaísmo cristiano fue el Papa Gregorio Magno, considerado un Santo y del cual obtiene su nombre la música religiosa. Dicho pontífice argumenta que los judíos, a diferencia de otros pueblos, conocían la verdad, pero la rechazaban. Entonces no podían ser humanos. Por lo tanto debían tener características diferentes, como despedir un olor peculiar, poseer cuernos o colas ocultas, o servir al mismo demonio.

Se difundió la leyenda de que la "matzá" (pan ácimo ritual) requería como ingrediente esencial la sangre de un niño cristiano.

En la Edad Media fueron despiadadamente maltratados y acusados de todos los males, hasta de causar y difundir la peste negra que asoló Europa.

Luego sobrevino la inquisición y la expulsión en 1492. Los judíos debían convertirse al cristianismo para poder salvarse de la condena eterna.

Los musulmanes tardaron más en generar sentimientos antijudíos, pues Mahoma no murió crucificado, sino que ascendió con su caballo al cielo. Pero bajo la autoridad árabe, los judíos eran "dimmi", ciudadanos de jerarquía inferior.

La historia nos muestra que el odio antijudío se transforma y se adapta a nuevas situaciones para poder continuar sobreviviendo. Así el antisemitismo religioso evoluciona y da origen al antisemitismo popular.

Las masas provocan persecuciones y masacres para vengarse del pueblo deicida.

Luego aparece el antisemitismo científico. Es la teoría racista que sostiene, con argumentos histórico-antropológicos, que la raza judía es inferior.

Los servicios secretos zaristas desarrollan la doctrina política del complot judío para dominar al mundo que detallan en "Los Protocolos de los Sabios de Sión". Este libro apócrifo, en el que se inspiró Hitler, es adoptado tanto por los nazis, como por el antisemitismo árabe moderno. En muchos países árabes en la actualidad es un best seller.

La última mutación del antisemitismo es el antisionismo.

Luego del Holocausto, deja de ser políticamente correcto identificarse a sí mismo como un simple antisemita. Entonces el antisemitismo se moderniza y deviene antisionismo. Entiende que todos los pueblos del mundo tienen derecho a la autodeterminación, menos el judío. Por lo tanto el sionismo es ilegítimo e Israel es el único país que no debe existir.

En esta concepción confluyen los antisemitas de la extrema derecha, los regímenes totalitarios y muchos sectores de la izquierda, para quienes Israel representa al imperialismo norteamericano en Oriente Medio.

Podemos distinguir vertientes dentro del antisionismo. Algunos trivializan o directamente niegan el Holocausto, sosteniendo que los judíos lo inventaron o exageraron con el fin de promover la creación de Israel. Otros intelectuales y periodistas comparan los campos de refugiados palestinos con Auschwitz o afirman que el ejército israelí utiliza métodos nazis para combatir el terrorismo palestino. Todos ellos encierran bajo la forma de crítica legítima el más puro prejuicio antisemita.

Por eso la causa palestina cosecha tanta popularidad. Son el pueblo más subsidiado del mundo. En la ONU hay una agencia para refugiados palestinos y otra para el resto de refugiados del mundo. La cantidad de dinero en donaciones que reciben no tiene parangón.

 

Los países del mundo se apresuran a reconocer un Estado palestino que no cumple con los requisitos necesarios para ser un Estado y que en gran parte es gobernado por una banda terrorista. Y cuando UNESCO reconoce a Palestina como miembro está implícitamente aceptando el odio antijudío que trasmiten en sus escuelas y medios de comunicación.

Esta solidaridad, absolutamente desproporcionada, no se debe tanto a la preocupación por los palestinos, sino por ser fundamentalmente antiisraelí.

Cuando el presidente de Irán proclama a viva voz que hay que borrar a Israel del mapa ¿cómo reacciona el mundo? La ONU le ofrece un podio para que sus palabras tengan más repercusión.

No puedo imaginar a otro líder proferir este tipo de amenazas a otro Estado miembro, sin ser expulsado de inmediato de cualquier foro internacional.

Sin embargo, la enorme mayoría de las resoluciones de la Asamblea General de la ONU son condenas a Israel.

De todos los males que aquejan al mundo: el calentamiento global, la ecología, las violaciones a los Derechos Humanos, la falta de libertades, la situación de la mujer o de los niños, el analfabetismo, la violencia, el terrorismo; en lo único que pueden ponerse de acuerdo las mayorías automáticas es en condenar a Israel.

Si hay una especie de ballena en riesgo de extinción, la culpa es de Israel.

De esa manera han convertido a la ONU en un instrumento para promover el antisemitismo.

En nuestra América Latina la situación ha empeorado ostensiblemente en los últimos años. Muchos países como Venezuela, Bolivia, Nicaragua, Ecuador, etc. han estrechado su alianza con Irán, el actual campeón mundial del antisemitismo. En muchos de estos casos, el odio transita el camino inverso al tradicional. Es la política oficial y se trasmite desde el gobierno hacia la población en general.

Lo grave es que todas estas prácticas tienen consecuencias muy importantes.

En el campo de las relaciones internacionales causan ruptura de relaciones diplomáticas, expulsión de embajadores, masivo apoyo al reconocimiento de Palestina, desproporcionadas condenas a Israel.

Y en los pueblos estimulan un sentimiento de odio que muchas veces se traduce en hechos concretos. Se producen en todo el mundo amenazas, ataques físicos, profanación de cementerios y sinagogas, pintadas callejeras, expresiones antisemitas en manifestaciones contra las embajadas y contra las comunidades judías, caricaturas y versiones de prensa que se parecen mucho a las peores del siglo pasado.