La sorprendente y amplia victoria del clérigo moderado, Hassan Rohani, en las elecciones presidenciales iraníes pone de manifiesto que los «principalistas», como se denomina a los conservadores en el país, tienen muy poco apoyo social, y además están divididos.
Su triunfo se presenta como una gran oportunidad para los sectores reformistas, ya que lograron romper el círculo de la élite conservadora gobernante, que parecía hasta ahora infranqueable.
Rohani obtuvo más del 50% de los votos exigidos por la ley para evitar la segunda vuelta. El ministerio de Interior iraní infrmó sobre una altísima participación electoral de 72,7% que, según todos los analistas, sería el factor principal del inesperado éxito de Rohani, quien consiguió movilizar a miles de reformistas desencantados tras el fiasco de los comicios de 2009 y también al electorado ajeno al régimen islámico.
El inapelable resultado electoral fue aceptado por todos los sectores políticos, en una muestra de que el régimen se está volviendo más realista sobre su propia situación en la sociedad iraní y sobre los problemas externos que afectan al país.
El líder supremo, el ayatolá Ali Jamenei, quiso mostrar su apoyo a la elección de la mayoría de los votantes. «El vencedor es el presidente de todo el pueblo», afirmó Jamenei - considerado el gran derrotado junto a sus cinco candidatos - en un comunicado en el que subrayó que los comicios fueron «un examen que mostró una cara cargada de esperanza del Irán islámico a amigos y enemigos».
Pese a que el futuro presidente, tradicionalmente, no se ha adscribió al grupo reformista, Rohani es próximo al ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani (1989-1997), y se espera que, al igual que éste, intente mantener aliados en todos los sectores. Pero tampoco lo tendrá fácil. Analistas aseguran que hay muchos que lo votaron para tener la oportunidad de formar una oposición; es decir, que abra un espacio político que les permita actuar contra él.
Rohani fue al final el candidato de consenso de los núcleos liberales, la clase media progresista y algunos sectores conservadores y religiosos, pero no hay que olvidar que se mantuvo como un representante del líder supremo en el Consejo Superior de Seguridad Nacional. Es decir, que no puede estar muy lejos del ayatolá Ali Jamenei, aunque muchos lo votaron por percibir que está en contra de él.
Por lo tanto, es improbable un giro aperturista en las relaciones entre Irán y el resto del mundo o un cambio real en la política de la República Islámica sobre su disputado programa nuclear.
A este panorama se une el hecho de que el futuro presidente tampoco podrá tomar parte en las cuestiones de seguridad, decisiones reservadas al líder supremo. Está por verse hasta qué punto dependerá de la actitud del Gobierno iraní el futuro del bloqueo occidental. En principio, para librarse de las sanciones, el tema debe pasar primero por el Congreso de EE.UU. Y eso, en el mejor de los casos, requeriría tiempo. No obstante, cabe esperar que Rohani tendrá una gran influencia en cuestiones como los problemas económicos y las libertades individuales.
Como jefe de las negociaciones nucleares era conocido por su actitud conciliadora, y en sus discursos electorales dijo que fomentaría una política exterior basada en «la interacción constructiva con el mundo» y pondría en práctica una «carta de derechos civiles» en el país. Otro asunto será cómo gestione Rohani su triunfo, porque los mismos que lo votaron tienen expectativas que él probablemente no pueda ni quiera satisfacer, aunque los iraníes se acostumbraron a que las cosas no salgan como se quiere.
Hassan Rohani, de 64 años, llegará a la presidencia de Irán después de ocupar diversos cargos parlamentarios como vicepresidente y representante de Jamenei en el Consejo Supremo de Seguridad Nacional. También fue jefe negociador nuclear de Irán bajo la presidencia de Jatami, y actualmente dirige el Centro de Investigación Estratégica, un órgano asesor del líder supremo.
Pese a este pasado, y con su dominio del inglés, el alemán, el francés, el ruso y el árabe, y doctorado en Leyes por la Universidad Caledonian de Glasgow, Escocia, supo llegar a los reformistas iraníes, que lo ven como un líder con mentalidad aperturista.
Rohani era considerado uno de los duros del régimen hasta hace cuatro años, cuando estallaron las protestas tras las elecciones de 2009, y criticó al Gobierno por oponerse a lo que según él es el derecho del pueblo a protestar pacíficamente.
Pero el apoyo decisivo de los sectores moderados y liberales le llegaron en los últimos días, cuando se «sacó» de la carrera electoral a Mohammad Reza Aref, el otro candidato reformista, para que pudiera romper el cerco de la élite religiosa.
También cuenta con el respaldo del ex presidente Akbar Hashemi Rafsanjani, quien representa a otros islamistas moderados y al que se le prohibió ser candidato.
Rohani aglutinó a grandes multitudes en la campaña hablando de reformas, prometiendo liberar a presos políticos, garantizando la defensa de derechos civiles y comprometiéndose a devolver «la dignidad a la nación».
En los debates televisados planteó temas tabú como el programa nuclear, las sanciones internacionales, el estado calamitoso de la economía y el aislamiento de Irán. Llegó a prometer restablecer relaciones con EE.UU; algo nunca visto.
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