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Turquía: Erdogan recuperó mayoría absoluta en el Parlamento

Recep Tayyip Erdogan El partido del presidente turco islamista conservador Recep Tayyip Erdogan alcanzó la mayoría absoluta en las legislativas del domingo y podrá formar gobierno, según resultados aún no definitivos.

Turquía votó de nuevo tras las elecciones de junio porque el AKP, Partido de la Justicia y el Desarrollo, no había conseguido formar un equipo al tener sólo la mayoría simple, perdiendo el control de la cámara por primera vez en 13 años.

Ahora, con 316 diputados de los 550 que cuenta el Parlamento, el partido arrasa y abre la puerta a que Erdogan lleve a cabo su reforma hacia un régimen presidencialista.

«Estos resultados demuestran que nuestra nación optó por un entorno de estabilidad y de confianza que el 7 de junio se habían visto amenazados», dijo el presidente.

«No llegué a este puesto caído del cielo», agregó, haciendo valer que fue elegido presidente en 2014 con el 52% de los votos.

El principal partido de la oposición, el socialdemócrata Partido Republicano del Pueblo afianzó su segunda plaza e incluso mejoró su resultado de junio al conseguir el 25% de los votos.

Los principales perdedores del escrutinio fueron los partidos pro kurdos que consiguieron poco más del 10% de los votos y perdieron un millón de electores.

Según los analistas, la guerra en la vecina Siria, el final de la tregua entre el gobierno y los combatientes kurdos en el sureste del país y el miedo a que Turquía entre en un periodo de inestabilidad, después de los atentados mortíferos de julio y octubre, jugaron a favor del partido islamista conservador.

La campaña estuvo marcada por un clima de gran tensión y de violencia y por el cierre de dos canales de televisión opositores.

Los resultados no ayudaron a calmar los ánimos. La frustración se apoderó de una parte de la población. Al conocerse la mayoría absoluta, se produjeron enfrentamientos entre jóvenes y policías cerca de la sede el partido pro kurdo Partido Democrático de los Pueblos.

A los 61 años, Erdogan sigue siendo el jefe político más popular y carismático de su país desde Mustafá Kemal Ataturk, el emblemático padre de la república laica.

Se convirtió en jefe de gobierno en 2003, sobre las ruinas de una grave crisis financiera. Para sus partidarios, es el hombre del milagro económico y de las reformas que liberaron a la mayoría religiosa y conservadora del país del yugo de la élite laica. Pero también es en los últimos dos años la figura más criticada en Turquía, denunciado por su deriva autocrática e islamista.

La espectacular operación policial lanzada esta semana contra dos cadenas de televisión cercanas a la oposición no hizo más que reforzar la inquietud de quienes - como el jefe de la oposición, Kemal Kiliçdaroglu - lo acusan de querer «restablecer el sultanato».

Lujoso, gigantesco y extravagante, el palacio de 500 millones de euros en el que se instaló hace un año en las afueras de Ánkara se convirtió en el símbolo de su «delirio de grandeza».

Hijo de un oficial de la guardia costera, Erdogan se enorgullece no obstante de tener orígenes modestos. Creció en el barrio popular de Kasimpasa en Estambul, donde fue educado en un colegio religioso y más tarde fue vendedor ambulante. Durante un tiempo, soñó con ser futbolista, pero acabó lanzándose a la política dentro del movimiento islamista.

Elegido alcalde de Estambul en 1994, triunfó en 2002 cuando su AKP ganó las elecciones legislativas y se convirtió en primer ministro un año más tarde, una vez amnistiado de una pena de prisión impuesta por recitar en público un poema religioso.

Durante años, su modelo de democracia conservadora, que unió el capitalismo liberal con un islam moderado, encadenó éxitos, gracias al crecimiento económico y a sus planes de entrar en la Unión Europea.

Reelegido en 2007 y 2011, ambicionó entonces permanecer en el poder hasta 2023 para celebrar el centenario de la república turca.

Pero el escenario se complicó a mediados de 2013, cuando durante tres semanas más de tres millones y medio de personas pidieron en las calles su dimisión reprochándole su mano de hierro y su política cada vez más islamista.

Erdogan respondió con una represión severa. Seis meses más tarde, un escándalo de corrupción hizo tambalear las bases de su gobierno.

Sus rivales lo acusan de haber reavivado el conflicto kurdo con el único fin de apuntalar sus ambiciones, y sus discursos airados, provocadores inquietan cada vez más.

Un reciente sondeo reveló que 64,8% de los turcos le temen.

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